miércoles, 22 de junio de 2011

La seguridad social de las familias de los policías.



México está inmerso en un problema mayúsculo de inseguridad pública, que a todos nos ha robado la tranquilidad y ha secuestrado la paz de la nación. Eso, es un hecho incuestionable.

En la guerra que ha emprendido el Presidente Calderón contra la delincuencia, ha habido bajas de ambos bandos: los buenos, formalmente representados por los servidores públicos y los malos, que al parecer pertenecen a las fuerzas del crimen.

Aparte, ha habido bajas de población civil ajena a los hechos que lamentablemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Obvio, los que se encuentran fuera de la ley no pueden aspirar a derecho alguno derivado de la seguridad social pues su función no se encuentra regulada por legislación alguna. Bueno. Si los tienen inscritos como empleados en algún negocio, sí van a aspirar a una pensión sus familias.

Sin embargo y aquí es donde quiero llamar la atención de Usted, mi querido lector, los miembros de las fuerzas del orden, policías, tránsitos, soldados, marinos o como les quiera llamar, sí estaban cumpliendo con su deber, sí estaban bajo una situación laboral formal y sí deberían tener acceso a lo que establece la legislación laboral.

Ni la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ni la Ley Federal del Trabajo contemplan ni previenen absolutamente nada respecto a las pensiones de los trabajadores. Lo dejan a la Ley del Seguro Social, a los Reglamentos internos de las dependencias, a los Estatutos Laborales de los diversos municipios y estados y también, a los contratos colectivos de aquellos casos en que así aplica.

Y entonces surge una gran disparidad. Mientras un obrero con relación laboral formal al sufrir un riesgo de trabajo que le ocasione la muerte deja a favor de su viuda e hijos el derecho a una pensión por viudez de manera vitalicia a cargo el Instituto Mexicano del Seguro Social, al fallecer un miembro de la policía estatal o municipal, la familia debe ir a suplicar al gobernante en turno, llámese alcalde o gobernador, les conceda como favor una pensión por cierto tiempo.

Hará cosa de dos o tres días escuché a la alcaldesa de algún municipio decir que las viudas de los policías caídos a raíz de un ataque con granadas de fragmentación, tendrán derecho a cinco años de pensión y que los hijos de esos mismos policías tendrían derecho a una beca hasta terminar la escuela preparatoria, me pareció más que la concesión de un derecho, la expresión de una burla atroz, pues ¿cómo va a ser posible que haya dado la vida por defender a la ciudad y a sus moradores el policía y ahora, su viuda sólo tenga derecho a unos cuantos años de pensión?

Me parece que lo mínimo que debe hacerse en materia de seguridad social en tratándose de elementos de las fuerzas armadas y policiales, sea homologar el derecho al que tiene un simple obrero de fábrica, es decir, que su seguridad social sea proporcionada por el Instituto Mexicano del Seguro Social mediante el pago de las respectivas cuotas de los ayuntamientos, estados y gobierno federal para que esas familias tengan la protección legal que merecen.

No será una concesión graciosa, no será una dádiva ni un regalo. Están entregando lo más valioso que tienen: su vida. No se le puede pedir más al obrero para otorgarle lo que por derecho debería de corresponderle.
                    
La propuesta formal es que todos, absolutamente todos los que pertenecen a las fuerzas policiales y que utilizan armas en México, tengan derecho a seguridad social otorgada por el Instituto Mexicano del Seguro Social. Para ellos, sus esposas o esposos e hijos y padres.

No es mucho pedir. Así podrá haber mexicanos interesados en luchar por México.

Y que no diga alguien que no procede por que la ley no lo permite. Que son trabajadores del Estado o cosas así. Cambien la ley. Así de fácil. Y sí se puede. Es cuestión de voluntad política.

Además, así podrían interesar a alguien a seguir la carrera de policía. En el momento actual, lo que ofrecen no es ni para comentarlo.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini
Mexicano.


domingo, 5 de junio de 2011

Las funciones del Padre



Un día, hace muchos, muchos años, me imaginé siendo Padre. Obvio, lo único que pensé fue que tendría la posibilidad de usar pantalón largo, saco y corbata, ir a una oficina y ser muy importante. En realidad, estaba tratando de imitar a mi Padre, que era la figura que tenía cerca.

Luego, un día le dije que yo quería ser abogado como él para poder tener un rancho, como él. Hoy, soy abogado y tengo un ranchito que me dejó mi Padre.

Y siguió la vida y de pronto ya era en verdad un Padre de familia. No era, nunca, ni en mis mejores sueños, lo que empecé a vivir.

Tener entre tus brazos un pedacito de niño totalmente inocente, indefenso y confiado, saberte responsable por los siguientes años de su vida, los suficientes para que ya nunca lo sueltes, te cambia por completo las perspectivas de vida.

De pronto eres enorme, inteligente, sabio y también, el más fuerte del mundo pues así te ve tu hijo. Además, eres capaz de resolver todos los problemas y también, de luchar contra los villanos de las historietas.

Sin embargo, el Padre ha de ser un hombre serio, formal, proveedor y todos y cada uno de los demás estereotipos que la sociedad y la vida actual le han colgado al varón, al hombre, al Padre. Y no es cierto. Al menos yo, en mi caso particular, he tenido la maravillosa oportunidad de jugar con mis hijos, de no ser serio, de tirarme en el piso a jugar a los carritos enfrente de la gente que ha de pensar que estoy loco y sí, la verdad, yo también pienso a veces que estoy loco pero ¡qué hermosa locura la que te permite disfrutar la vida!

Hoy que se celebra el Día del Padre, tal vez algún hijo se acuerde. Tal vez alguna esposa lo tome en cuenta y nos haga un regalito. Tal vez. Lo  que sí le puedo asegurar, mi querido lector, es que para el comercio los Padres no somos ni por asomo, lo rentable que son el Día de la Madre, De la Independencia, de la Revolución, Del Trabajo y muchos días festivos más.

El día del padre pasa así, con minúsculas, como desapercibido, como que nadie se quiere dar cuenta. ¿Para qué le vas a festejar algo a un señor que tiene cara de serio? ¿Qué necesidad de hacer fiesta cuando el Padre mejor invita a toda la familia a comer a un restaurante a festejarse él solo, cuando la verdad hubiera preferido mil veces unos tacos en casa, pero lleno de abrazos y besos?

Los Padres ponemos cara de serios, negamos permisos, otorgamos dinero y hacemos mil cosas más, pero nunca nadie nos dice gracias. Es nuestra obligación. Sin embargo somos humanos, somos de carne y hueso y sentimos. Si Usted tiene a su Padre cerca, abrácelo y dele un beso. Si ya lo perdió, recuérdelo de la mejor manera.

En todos los casos, hágale saber a quienes son Padres y están cerca de Usted, que el esfuerzo que realizamos tiene un valor: mantener la familia unida.

El Padre es el pilar que sostiene a toda la familia y así va a estar siempre, de pie, serio, formal aun cuando por dentro, se doble con cada raspón del niño, con cada llegada tarde, con cada pena de la familia, en las que todos pueden llorar pero al Padre le está vedado el derecho.

Si eso no es amor, ¿cómo hemos de llamarlo?   

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com        


sábado, 4 de junio de 2011

Ventajas de la seguridad social.

El siguiente texto, palabras más, palabras menos, 
aparece en la edición de junio 2011  de la Revista Players of Life Monterrey, 
que desde hace más de dos años me hace el honor de reproducir mis textos. 
Ahora lo plasmo para Usted, con especial afecto. 
José Manuel  


Existe una frase en el campo de los seguros que dice: “Es mejor tener un seguro y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo”. Así podríamos comenzar esta charla que mes a mes hemos venido sosteniendo Usted y yo, mi amable lector.

Como patrón, como dueño de la empresa buscamos siempre que sea productiva, que los recursos alcancen y que tengamos buenas o excelentes utilidades. Claro, alto volumen de ventas, bajos costos, amplio margen de utilidad es lo ideal. Sin embargo, no siempre es así y muchas veces algunos costos se disparan y las ventas se caen. Son realidades del mercado.

El empresario en todo debe ahorrar, menos en lo que debe ser su principal factor, su motivo de fondo, el alma de la empresa: su personal.

Si Usted, como empresario, tiene a la gente contenta, le va a resultar más productiva, más comprometida y por supuesto, más eficiente. Si les regatea los derechos mínimos, su propio personal va a buscar la forma de obtener lo que siente es justo y lo va a lograr robándole, dañando las herramientas de trabajo o en el peor de los casos, abandonando el empleo, lo que lo obliga a una creciente rotación de personal y un mayor costo de su producto, el que sea.

Uno de los motivos que mueve a las personas a buscar un empleo fijo, formal, es tener la certeza de una seguridad social: optar por servicio médico, por derecho a guarderías, por saberse cubierto en caso de riesgos de trabajo y también, en luchar por la reina de las prestaciones laborales: la jubilación o el derecho a una pensión.

La Ley Federal del Trabajo obliga al patrón a proporcionar los primeros, no la última. Las pensiones o jubilaciones no nacen ni de la Constitución ni de la Ley Federal del Trabajo. Nacen de la Ley del Seguro Social. Eso, en el caso de los empleados de las negociaciones particulares o que dependen de patrones privados. Cuando el gobierno, sea cual sea, es el que otorga las pensiones, el origen está en los contratos colectivos de las diferentes empresas, que por cierto, todos son distintos o, en su caso, en la legislación que resulte aplicable a cada entidad o dependencia. Así, tenemos la Ley del ISSSTE, la de los gobiernos estatales, de las universidades públicas y las dependencias paraestatales. Cada una es distinta a los demás y no existe portabilidad entre ellas.

Pero en el caso del patrón particular, la carga es contra el patrón y la pensión es sólo por el Instituto Mexicano del Seguro Social. Éste, para cumplir sus funciones, requiere fondos y muchos.

Pero los patrones pueden ayudar al seguro y también, a sí mismos, cuando cumplen con su obligación de inscribir a sus trabajadores en el IMSS. En automático y de inmediato, quedan relevados de toda responsabilidad en todos los casos que protege el seguro. Desde el pago de incapacidades por enfermedad ordinaria o riesgo profesional, hasta guarderías y ayuda para matrimonio o deceso. Desde hacerse responsable de los casos de maternidad hasta el otorgar pensiones. Todo queda a cargo del seguro.

Por ende, si se analiza con detenimiento, la diferencia, en pesos y centavos de lo que el patrón paga por inscribir a sus trabajadores en el IMSS y la protección que él mismo recibe, de no afrontar de manera directa los casos ya descritos, es indudablemente a favor del patrón. Así han de entenderlo y así ha de ser.

De cualquier manera, si no lo inscribe y el trabajador tiene un riesgo de trabajo, el seguro lo asiste pero al fincarle capitales constitutivos al patrón, puede dejarlo en la real ruina. Si no cubre el seguro y el empleado tiene un accidente en tránsito, le va a costar mucho más caro que el pago de todas las cuotas omitidas.

Además, la diferencia entre ser reconocido como un patrón que tiene responsabilidad social con uno que carece de principios, valores, ética y honestidad, es abismal. Al primero, el trabajador se le entrega completo. Al segundo, el obrero busca la forma de desprestigiarlo, hacerlo quedar mal y como quiera va a pagar. Créame, no es bueno ser omiso en inscribir a los trabajadores. El costo, el que sea, es menor que no inscribirlos. Se lo comento como abogado.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com