domingo, 28 de agosto de 2011

Monterrey herido.





Monterrey es una ciudad que se ubica al norte de la república mexicana, en una zona dura por su clima, agreste, medio inhóspita, seca y que entrega sus frutos a cuenta gotas. 

La gente de Monterrey, aprendió hace mucho que si algo quería, tenían que aprender a producirlo, a lograrlo despacio y a esperar los tiempos para cumplir sus metas. En el sur, en la zona costera, en los manglares, basta arrojar una semilla a la tierra y dejarla sola para que produzca fruto. Aquí, en la tierra regia, los frutos se niegan. Por eso, el regio nunca aprendió a comer verduras ni a paladear las frutas carnosas que solas se dan en otros lares. Aquí, lo que se podía producir era hierba y de ella, sólo comía la cabra. Por eso aprendió a comer cabrito y a prepararlo como si fuera para un rey.

Tampoco tuvo agua. La poca que llegaba, tenía que manejarla con mucha cautela. La hizo cerveza para poder conservarla y ahí nació su tradición y el origen de sus grandes fortunas.

Logró convertir sus carencias en sus fortalezas. Ese es un gran mérito de los regiomontanos.

Muchos años después, el regio ha crecido, ha educado a sus hijos y ha mutado sus carencias en abundancia. Ahora, viaja, se instruye, conoce otras costumbres, es un verdadero ciudadano universal. Aprendió a disfrutar lo mejor de la vida cubriendo siempre, el costo que ello implicaba.

De pronto, aquél San Nicolás de los Garza, San Nico Texas, como acostumbraban decir sus pobladores, por su muy elevado nivel de cultura y de bienestar, como San Pedro Garza García, el municipio con mayor índice de riqueza de México, el propio Monterrey, cuna de las grandes fortunas y hasta Guadalupe, el dormitorio de la región, habían satisfecho todas sus necesidades y ya tenían múltiples universidades de primer nivel, hoteles, convenciones, paseos y todo lo necesario para pensar que estaban en el tope de la sociedad.

Llegaron a un nivel de confort en que relajaron sus virtudes, como ha sucedido con todas las civilizaciones y fueron permitiendo que las costumbres acendradas, como el ahorro, la frugalidad, el trabajo, el respeto y todo de lo que se sentían orgullosos, se convirtieran en indolencia, despilfarro, ocio, holganza y sobre todo, en falta de respeto a su propia identidad. En una palabra, perdieron el rumbo de lo que habían sido a lo largo del tiempo y se convirtieron en un pueblo que permitió todo tipo de excesos.

Aparecieron los palacios ostentosos, los carros que insultan por su precio, la ropa de marca que marca a quien la usa y todo lo que implica una vida relajada, sin controles ni límites.

Ahí, en ese ambiente, aparecieron los que más allá de lo humano, buscaron obtener una tajada de la riqueza regia.

Y fueron llegando a vivir, pared con pared, los que se encuentran fuera de la ley con los regios, que permitieron, nobles y hospitalarios que son, que los nuevos vecinos sentaran sus reales en la zona.

Un día, ese nuevo vecino empezó a tomar partido, a reclamar cuotas de poder, a exigir una parte de la riqueza y a amenazar a los habitantes de la Sultana del Norte, lo mismo que hicieron en muchas otras ciudades del país.

Y empezaron los temores, los miedos, las amenazas, las exacciones y todo lo que condujo a lo que ahora se vive. Como fueron atacando a uno por uno, en lo individual, el regio o más bien, el mexicano, se replegó en sus propios miedos, en su zona de seguridad y dejó que las cosas rodaran, sin pensar que lo que le sucedía a los demás, un día podría sucederle a él o a su familia.

La autoridad, que puesta contra la pared, pues empezó siendo amigo de quien violaba la ley y luego, cuando quiso controlarlo ya no pudo, perdió fuerza, credibilidad y legitimidad ante la población y ante sus propios ojos.

El ciudadano común, el que acostumbraba trabajar, se convirtió en blanco de la delincuencia, como si se tratara de grandes potentados, de los que siempre han sido víctimas de secuestradores y maleantes. Ya el ilegal no buscaba al industrial ni al hombre de dinero. Buscó al ciudadano común, al padre de familia común, al hombre de calle, que sin fortuna, debió hacer grandes esfuerzos para obtener lo que se pidió por su rescate. Y lo fueron logrando, uno a uno, con miedo, hasta que empezó el éxodo a tierras allende El Bravo, en otro país, con otra cultura y otras necesidades.

Y se quedó sólo quien no tenía para huir, quien no entendió lo que estaba pasando y aquellos que, a pesar de sus bienes de fortuna, decidieron hacer frente a la crisis.

Las esposas y madres de los que se quedaron, buscaron un lugar para ir a divertirse, obvio, con aire acondicionado. Cualquiera que conozca Monterrey sabrá que no es posible vivir sin ese invento. Y ese paraíso lo encontró en los casinos, que si bien, se apegan a la ley, a lo estrictamente legal, son ajenos a la moral, a lo decente, a lo correcto y por supuesto, su actividad linda en los límites de lo prohibido.

Y el 25 de agosto de 2011, minutos antes de las cuatro de la tarde, de pronto toda la podredumbre, toda la ilegalidad brotó a la luz pública.

Dejó de ser secreto a voces la lucha entre quienes se encuentran al margen de la ley para ocupar los titulares de todos los medios de comunicación del mundo.

Saber que el ataque perpetrado contra el Casino Royale se dio frente a varias patrullas que no hicieron absolutamente nada al darse los hechos, nos indica el nivel de corrupción que existe. Que los funcionarios busquen a quién culpar, sin aceptar su propia responsabilidad, es síntoma de que los temores ahora van más allá de lo imaginable.

Que el Monterrey de antaño, orgulloso y altivo, que la Sultana del Norte se vea reducida a simple ayudante, es motivo de honda preocupación y dolor. Ahora la sociedad regia ha empezado a unirse en contra de quienes no son merecedores de pertenecer a su entorno.

Saber si lo lograrán, será cuestión de días… ojalá podamos verlo.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com        



viernes, 26 de agosto de 2011

Duelo Nacional




Tres días de Duelo Nacional… no fueron héroes, fueron víctimas.  Pero estaban en un mal lugar. 

Los niños de ABC tampoco fueron héroes, pero estaban donde los mandó el gobierno. Ellos no merecieron ni siquiera una flor oficial. 

En cambio, los migrantes de Tamaulipas, al ser simples migrantes, tampoco merecieron un Día de Duelo, ni estatal, ni nacional ni mundial. 

Es casi el mismo rasero.  

domingo, 21 de agosto de 2011

La huelga de los futbolistas españoles.


La huelga de los futbolistas españoles nos demuestra que no importa el nivel salarial. Si recibes un pago por la prestación de un servicio, eres trabajador y por tanto tienes derechos a los que no se debe renunciar, aunque los patrones y algunos desclasados opinen lo contrario.
Pablo Franco. Tomado de su muro de Facebook el domingo 21 de agosto de 2011 a las 20:24.

De pronto el fútbol irrumpió en mi vida por todos lados. Que los sub 17 ya mero, que los sub 20 casi, que los sub no se qué sí, que en Torreón balazos, que en España están en huelga, que llegó Salcido y muchas notas más.

Lo cierto es que, a pesar de que en lo particular no sea yo fanático del deporte de las patadas, pues prefiero aquellos que conocí mejor desde niño, como el béisbol, muchas de las notas tienen su razón de ser.

Los deportistas mexicanos de conjunto, que ha sido nuestro principal problema, parece que empiezan a creer en ellos mismos y ahora sí, han empezado a ganar. No se puede todo, todo el tiempo, pero ya han ganado y eso, les va dando confianza. Es un círculo virtuoso, pues si nunca ganas, no te sientes confiado, en cambio, cuando ya has ganado y lo puedes volver a hacer, tu mente sabe que es una realidad y así actúa, con espíritu de triunfador.

Lo de Torreón, ver a la gente corriendo entre balazos, sabiendo que cada juego es costumbre que haya el ruido de los disparos, que la gente pareciera estar acostumbrada a escucharlos, causó sorpresa a nivel mundial y en México, pareciera ser la gota que ha de derramar el vaso. Ojalá sea el detonador que faltaba.

Pero lo más interesante son los jugadores españoles. Si Usted, mi querido lector, recuerda, los beisbolistas en Estados Unidos de manera frecuente van a huelga, pues exigen mejores salarios. Ahora, los españoles hacen lo mismo y conste, sus salarios están por los cielos. Digo, así podría contestar un dueño de empresa pero en realidad, lo que piden es lo justo y voy a tratar de explicarme.

Si el equipo en que juega es pobre, no tiene recursos ni seguidores, no produce utilidades, los salarios serán ínfimos y sólo que el dueño insista en mantener vivo al equipo podrá seguir. En caso contrario, es un equipo que se vende y cambia de sede para, con otro nombre, otros patrocinadores y otros dueños, con otra mística, tratar de hacer algo.

En cambio, si el equipo es de medio pelo y produce, digamos, un millón de pesos, conste, son cifras hipotéticas, el dueño deberá tomar lo que necesita para pagar sus gastos, doscientos mil pesos, lo de la publicidad, que es de lo más caro, otros doscientos mil y los seiscientos mil que sobran, serán para sus utilidades y los salarios de los jugadores. Que él recoja la tercera parte de lo producido, trescientos mil pesos y todavía le quedan otros trescientos mil para repartir a los jugadores a guisa de salarios. Se completa el millón y todos contentos. El dueño gana lo justo por su inversión, que para eso es y los jugadores obtienen un buen salario.

Lo interesante es que, cuando todos saben y conocen esas cuentas, de pronto se enteran que el dueño o la empresa subió los ingresos de un millón a cien millones y sus gastos no cambiaron. Es decir, siguió gastando doscientos mil en publicidad y trescientos mil en salarios de los trabajadores o jugadores. Pero él, se llevó los noventa y nueve millones de diferencia. Lo que pasa es que contrató barato a alguien que se hizo muy famoso y todos van a verlo y a comprar cosas de él.

Ahí es donde el dueño, si fuera humano, si fuera justo, si fuera un poco inteligente, buscaría compartir sus ganancias para que sus empleados estuvieran a gusto y contentos con él, como lo han hecho muchos patrones a lo largo de los tiempos. El problema es cuando todos se enteran de las nuevas condiciones y en público, el dueño dice que no puede.

Ahí, cuando les regatean todo tipo de ayuda, cuando les niegan el aumento que solicitan sabiendo el obrero que el patrón cuenta con los recursos para hacerlo, es cuando la lucha de clases anunciada hace mucho se torna una realidad y entonces, los sentimientos se desbordan.

De pronto, ver en televisión a los grandes beisbolistas o a los jugadores de fútbol, hablando a favor de su movimiento de huelga, como que causa un poco de escozor, pero en realidad, como bien lo indica el Lic. Pablo Franco, si recibes un pago por la prestación de un servicio, eres trabajador.
                                                                                  
Y los trabajadores se identifican como clase, así sea sólo en eventos infaustos. Los trabajadores se unen, se arropan unos con otros y se protegen, como lo han hecho a lo largo de todos los movimientos obreros en todos los tiempos y en todas las latitudes.

Sólo se necesita que empiece uno, para que los demás lo sigan.

Ahora, vamos a llevar este mismo ejercicio a México como país. Sólo se necesita que empiece uno, para que los demás lo sigan.

¿Qué nos hace falta? ¿Más muertos, más balas como en Torreón, más huelgas, más hambre? La verdad, me da miedo imaginar las respuestas.
                                                   
Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com        


domingo, 14 de agosto de 2011

Revendedores y Justin.




A pesar de que no es el tipo de música que me gusta, debo reconocer que Justin Bieber tiene una gran aceptación entre el segmento de las jovencitas. Definitivamente, es un gran éxito comercial. No se puede negar.

A tal grado llega su triunfo, que ahora que ha anunciado que habrá de presentarse en este Monterrey tan lastimado, resulta que cientos de muchachas acudieron a querer comprar un boleto para su único concierto en esta ciudad y no fue posible, pues en minutos apareció el letrero de “localidades agotadas”. Eso es el éxito en pleno.

Todo sería maravilloso, pero resulta que al momento siguiente aparecieron a la venta boletos para dicho concierto en manos de revendedores. Es decir, las mamás y las casi niñas que estuvieron por un día completo haciendo fila para adquirir sus lugares no lo lograron y los revendedores, sin aparecer ante el público, acapararon los mejores y la mayoría de las localidades.

Claro, para que un revendedor pueda adquirir un boleto sin hacer fila, sin acudir al centro de venta, quiere decir que tuvo apoyo y ayuda desde el interior de la empresa que expende los lugares. Además, esas personas deben contar con la protección y amparo de las autoridades competentes pues de otro modo no se explican las señoras que sus criaturas no hayan conseguido los dichosos boletos y ahora, en la reventa, los encuentren al doble o casi al triple del valor original.

El negocio es grande. Muy grande y debe dar para todos. Al menos, así lo estiman los que manejan los eventos en Monterrey, pues no importa que sea Justin o Rata Blanca o cualquier otro ídolo el que se presente, o simplemente los juegos de cada semana de Tigres y Rayados, los boletos están en manos de revendedores.

Es increíble que ninguna autoridad se entere o tenga noticia de los revendedores y todo mundo, excepto la autoridad, sabe que afuera de los estadios de fútbol están los revendedores, que por supuesto, no le ofrecen venderle un boleto, le ofrecen comprarle uno a Usted, que al momento de hacerles caso, de inmediato le ofrecen lugares de todo tipo: que de lujo, que en galería o gayola, que con derecho a saludar a los artistas y cosas así.

Claro, ahora que se presenta el ídolo del momento, Justin Bieber, los boletos han alcanzado un precio fuera de toda proporción. Seis mil pesos por un lugar en la parte alta, cuando su valor original apenas rebasaba los trescientos pesos, es un verdadero atraco. Y las madres los han pagado para complacencia de sus hijos.

Es un todo lo que está mal. Primero y como principal responsable, la autoridad que no cumple su obligación. Segundo, la gente de la empresa que vende los boletos. Que frente a la gente que está haciendo fila permita que lleguen individuos a la taquilla, sin formarse y sin hacer fila, a comprar cantidades inmensas de boletos, cuando según tienen normas restrictivas de venta, es un favoritismo que se presenta más bien, a pensar en un contubernio. Tercero. Los padres de familia que, sabiendo que sus finanzas no son boyantes, permiten que su niñito o niñita gaste lo del mes, según el Secretario Cordero, seis mil pesos, para comprar un boleto y poder ver, de lejos, a quien ya ha sido considerado como uno de los peores artistas de la Unión Americana. Conste, nunca lo he oído.

Creo que elevar tan alto a una persona, con todo lo que ello implica, incluyendo dormir haciendo fila para comprar un boleto en una cantidad tan fuera de orden, está mal. No es correcto, no al menos según las normas que aprendí en casa. ¿Usted, qué piensa al respecto?

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.

Mexicano.