lunes, 21 de noviembre de 2011

De los impuestos que lastiman.




El Generalísimo Antonio López de Santa Anna, como le gustaba ser llamado, instituyó uno de los impuestos que más impopulares han sido en México: el cobro por puertas y ventanas.

En efecto, en 1853 se instituyó el impuesto a puertas y ventanas que trajo como consecuencia que la mayoría de las casas de la Ciudad de México cerraran sus accesos de luz al exterior, pues no soportaban ya una carga impositiva tan elevada.

Es de recordar que los impuestos en México tienen dos vertientes o puntos de origen perfectamente definidos: el sistema español y el azteca.

De los aztecas, se utilizó el tributo, que eran los regalos que en especie llevaban los pueblos conquistados al emperador azteca. Siguieron exigiéndolo los conquistadores españoles… ¿Cómo lo iban a perder? De los españoles, se tomaron impuestos y figuras tanto civiles como religiosas. De ahí nace el uso de la Alcabala, que equivale a lo que ahora se llama IVA y también, que el Diezmo de la iglesia católica fuera obligatorio. Este impuesto, el diezmo, era maravilloso para los gobernantes, pues reunía una doble amenaza sobre el contribuyente: la cárcel por evadirlo y el infierno eterno por no pagarlo. Estimo yo que debe haber sido uno de los impuestos con más alta tasa de recaudación. Ojalá la gente de Hacienda no vea mi nota.

Ahora, en este México del siglo XXI y ya sin la posibilidad real… creo… de que se pueda exigir el diezmo bajo amenaza de condenación eterna, el Gobierno de la gente de Coahuila ha determinado que los más pobres y los inocentes, es decir, los que nada tienen y los niños, deban pagar impuesto por el uso o tenencia de bicicletas. No estoy seguro si los triciclos y carritos de bebé también son sujetos al gravamen, pero si lo que buscaban era enardecer al pueblo, lo están logrando, casi como López de Santa Anna.

Pretender que, con fundamento en el artículo 118 de la Ley de Hacienda para el Estado de Coahuila, habrá una mayor recaudación, estimo es un error. Le están negando a la gente la posibilidad de utilizar su único medio de transporte, la bicicleta, pues serán sujetos a multas, exacciones y formas ilícitas de conducta para requerirles de fondos para los servidores públicos, ya no para el gobierno.

Es decir, le están regalando al policía y tránsito de a pie, la posibilidad de que asalten al pobre que va en su bicicleta, so pretexto de que está violando una ley.

Y en el caso de los niños que van a los parques a pasear en bicicleta… ¿ahora serán infractores? ¿Serán detenidos por no acatar la ley? ¿Estará lastimando y ofendiendo a la sociedad la ley de hacienda de Coahuila?

Si después de López de Santa Anna vino la Revolución, después de los impuestos de la gente de Coahuila, ¿qué sigue?

Tal parece que la forma en que se comportan los partidos políticos los convierte en voto-servidores. Que los diputados y demás legisladores de cualquier partido aprueban lo que sea con tal de que les paguen.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
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sábado, 12 de noviembre de 2011

De la tintorería y el botón chino.




La vida se arma con los elementos que tenemos a la mano, muchos llegan solos, otros los vamos buscando hasta dar con el que nos gusta.

Así, Usted entra a la escuela, la que le queda cerca, la que es más barata, la que le gusta o a la que van sus amigos. Así va definiendo sus usos y costumbres en la vida, conforme son sus necesidades.

Algunas de esas necesidades son muy básicas, pues para resolverlas no necesitamos buscar mucho o tal vez, las resolvemos bien casi a la primera.

Necesito vestir de traje y los trajes se mandan a la tintorería. Así lo aprendí y así dice la etiqueta. Por tanto, en casa hemos buscado la tintorería que nos acomode a nuestras necesidades, en las diversas poblaciones en que hemos vivido. En Ciudad Victoria, acudíamos a Tintorama, una empresa nueva, en aquél entonces y que ahora sé se ha fortalecido y felicito a sus propietarios. Siempre me trataron bien y así han tratado a sus clientes, como debe de ser.

Ahora, aquí en Monterrey desde hace casi ocho años, buscamos una tintorería. Una, cercana pero mal hecha en sus modos; otra, buena pero muy cara; una más, rompía la ropa y no reconocía su error. En fin, varios intentos hasta que dimos con la Tintorería “Superior”.

Tiene varias sucursales y una nos queda cerca. Son eficientes, dejan bien la ropa y el precio es bueno. Nada del otro mundo. Tienen, eso sí, una oferta: dos pantalones por el precio de uno y medio. Bueno, no es mucho pero cuando es muy frecuente casi hasta te sientes bien.

Sin embargo, ahora lo que vengo a comentar con Usted fue lo sucedido el jueves pasado. Llego a recoger la ropa a la sucursal que me queda a modo y me dice la encargada: -que vaya a la oficina de la calle Escobedo porque su ropa no la trajeron-.

Me causó extrañeza, pues en casi siete años de cliente nunca me había pasado eso. Sin embargo, fui. Necesitaba la ropa. Y al llegar y anunciar la razón de mi estancia ahí, al escucharme desde atrás de la mampara, apareció el dueño, un joven que, franco como buen norteño, de los que le han dado fama a Monterrey, me dijo: -dos de sus pantalones están bien y están listos. Con otros dos tuvimos un problema, se manchó un lote. No fue error humano. Usted dígame cuánto vale su ropa y a eso se la pago-. No hubo necesidad de demanda ni de pleito ni de amenazas de ninguna especie, vamos, no hubo necesidad de que yo dijera algo. Él solo, sin necesidad de manifestación alguna, asumió su responsabilidad y dijo: pago lo que Usted decida.

Y, nobleza obliga, en ese momento me desarmó. Usted ya sabe que yo protesto por lo que siento que está mal, que me quejo de lo que no es correcto y que de todo hago pleito. Además, a eso me dedico en la vida, soy abogado y debo hacerle honor a la carrera. Pero, al ver a un hombre así, afrontar su responsabilidad sin buscar pretextos, asumir el valor de su empresa y buscar la forma de resarcir el daño, la respuesta fue: no fue su culpa. No hay problema.

Y entonces sí, empezó el comentario de la razón de la falla. Un botón chino. Una prenda, uno de los clientes de la tintorería, compró una prenda que tenía un botón de procedencia china. ¿Cuál será la calidad de los botones chinos que a pesar de las medidas de seguridad que se asumen en la empresa de lavado, el famoso botón chino se medio deshizo, lo vi, y parte de él se adhirió a la ropa echándola a perder?

¡Qué caro cuesta usar ropa china de contrabando!

Y claro, le seguiré siendo fiel a la tintorería “Superior”, que ha demostrado de qué están hechas las empresas y los empresarios que salen adelante: de esfuerzo, trabajo y mucho, mucho corazón. Amor a lo que se hace.

Va desde aquí, mi más calurosa felicitación y por supuesto, la recomendación más amplia a una empresa de mexicanos.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com        


domingo, 6 de noviembre de 2011

Un problema más en educación.




Conforme una persona va conociendo un tema, el que sea, cuando se va adentrando en los síntomas para conocer las causas y ubicar los efectos, va encontrando situaciones que, por inesperadas, no se suponían parte del problema pero que, ya con conocimiento mayor y más amplio, se pueden inferir como lógicas. Así se han venido dando los conocimientos respecto al tema de educación que he encontrado y que, muchos de ellos, antes bien, parecían parte de la respuesta lógica y  no del problema.

Hoy veo, con gran tristeza, que en el México actual, --- el que apuesta por que tenga más el que más humille y sobaje las leyes, el que desdeña al estudioso y aparta al científico---  tratar de superarse en lo intelectual es un error.

Veo la nota que El Porvenir reproduce de El Universal en la sección Nacional en la que se refiere a que “Congelan plazas para investigadores” (El Universal, 2011), que indica que han pasado, los egresados de Conacyt, de 850 nuevos ingresos al Sistema Nacional de Investigadores en 2000 a 109 en 2007. Obvio, ya no existen datos de 2010. ¿Habrá habido al menos, un nuevo investigador egresado de Conacyt en 2010? Por México, ojalá sí.

Indica también, la nota de referencia, que cada año egresan cerca de tres mil nuevos doctores del sistema educativo mexicano, de los cuales aproximadamente mil ingresan al SIN, es decir, a la investigación o formación de recursos, cátedra, de alto nivel. Los demás, se dedican a labores profesionales muy buenas, pero no a preparar a los nuevos mexicanos ni a investigar las nuevas tecnologías que se requieren.

Claro, a uno siempre se le dijo: prepárate para que puedas optar por mejores puestos. Y uno, obediente, a estudiar. Que la preparatoria, la carrera profesional, dos o tres diplomados, maestría, cursos y muchas obras publicadas. En mi caso, falta el doctorado.

Pero a la hora de solicitar empleo, de catedrático o de investigador, la respuesta es: De momento no, pues Usted está demasiado calificado y es muy caro.

O la otra: nuestros alumnos no requieren personal así de preparado pues no le entienden.

Claro, para ingresar al Sistema Nacional de Investigadores exigen un posgrado y ser titular de materia en universidad con tiempo completo. Ya tiene usted un posgrado. Le falta un tiempo completo, que no se lo pueden dar, pues usted ya tiene muchos estudios y es muy caro. Así que, con todo y sus estudios, puede usted dedicarse a otra cosa, ya que las universidades no lo contratan por su alto costo. Y así, volvemos al círculo vicioso del que no podemos salir.

De pronto observo, aterrado, que en México, las leyes que obligan a las escuelas a preparar recursos humanos de calidad son sólo letra muerta.

Que las escuelas buscan profesores que simulen que llenan el perfil pero que en realidad no les interesa la preparación. Y obvio, la institución educativa, generalmente de tipo privado, va en pos de ganancia, no de nivel educativo. El resultado está a la vista: egresados de Maestría y Doctorado que apenas son capaces de balbucear su nombre, que no pueden deletrear una palabra de más de tres sílabas y que aceptan, por su propia preparación, los salarios que les paguen. Y a veces, las instituciones los presumen como sus mayores logros, como si de verdad fueran competentes, palabra tan en boga entre lo más snob de nuestra educación pero que en la práctica, ha demostrado su ineficacia en México.

Y así tenemos que en nuestro México, la parte que debería ser pilar de la solución --- la mejor preparación de los académicos, mejores salarios a los catedráticos, como consecuencia de su mejor preparación y la posibilidad de ingresar al Sistema Nacional de Investigadores, con todo lo que ello implica, resulta ser un problema sin solución.

Que en nuestro México, buscar crecer como persona, preparándose cada día es un estigma que lo deja sin futuro. Que mientras más títulos y diplomas se obtengan, más difícil es que lo contraten. Es una verdadera tristeza.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
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el universal. (2011, 11 06). "congelan" plazas. el porvenir , p.  

martes, 1 de noviembre de 2011

53 años y apenas empezamos.





 

 
Hace un momento que completé mis primeros cincuenta y tres años. Son poquitos si los comparamos con muchas cosas, son demasiados para algunas otras. Ya lo dijo el genial Albert Einstein: El tiempo es relativo.

Y sí, es muy distinto medir el tiempo cuando se sufre a cuando se está alegre, cuando se espera a cuando no quieres que termine. Son medidas distintas pero es el mismo tiempo.

De pronto, resulta que cumplí 53 años y volteo a ver mi vida y me encuentro muchas cosas que volvería a hacer, la inmensa mayoría. De algunas, de mis errores, no me queda más que asumirlos y tratar de aprender de ellos para no volver a cometerlos. Si algo me ha faltado, ha sido el hacer más, el no dudar para hacer las cosas, pues las bases recibidas de mis padres y lo que he vivido en familia, me permiten tener una idea, bastante clara, de lo que es válido y lo que no.

Tal vez, si midiera mis tiempos en dinero me faltaría, pero la verdad, si lo mido en satisfacciones, en amigos, en experiencias de vida y en el favor de quienes me tienen en alta estima, es más que suficiente para volver a andar el camino como lo he hecho.

He completado ciclos y los he cerrado, sin perderlos de vista. Ya he sido vendedor de libros y revistas, de periódicos, aprendí el valor inmenso de la pesca y lo que se puede ganar siendo pescador, así como el inmenso costo que cobra el mar por sus frutos.

Soy abogado y me desempeñé muchos años al servicio de una de las empresas más importantes de México, lo que me permitió conocer de cerca los entretelones de la justicia. Un día empecé a ser maestro frente a grupo, hace ya casi veinte años y me gustó, me gustó tanto que espero sea mi actividad para siempre. El trato con el joven que, curioso, pregunta: ¿Es cierto, profe? Y la respuesta obligada: No me crea, investigue. Ese despertar en alguien la curiosidad por aprender, es el mejor pago que puede recibir un maestro.

Ahora, con muchos de mis caminos de vida ya andados, tengo la ilusión de empezar uno nuevo y lo pongo a sus órdenes. Con mis hijos inicio una empresa, Calmécac Asesores Profesionales, S.C., con la que esperamos ser solución a muchos problemas de carácter profesional. Vamos en busca de empresas que necesiten asesoría y apoyo en traducciones, en estudios de mercado, en área jurídica, en edición, impresión y publicación de libros, en cursos de capacitación y adiestramiento, en suma, en lo que requiera capital humano especializado para generar un valor agregado a las empresas y claro, a las personas en lo individual.

Calmécac Asesores Profesionales, S.C. nace con la intención de brindar servicios, de atender a la gente que requiera una asesoría y un consejo profesional, amable, especializado y, sobre todo, ético y seguro. No prometemos resolver todo pero sí, hacer nuestro mejor esfuerzo. Queremos seguir la línea de vida que nos hemos trazado a lo largo de todos estos años, con los ejemplos y las virtudes recibidas y que nosotros estamos obligados a preservar en bien de México.

Nuestra patria requiere el concurso de sus hombres y mujeres para lograr salir adelante y en eso hemos empeñado nuestros esfuerzos. Queremos que nos brinde la oportunidad de servirle.

Apenas son 53 años y vamos empezando.

Es un buen inicio.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com