domingo, 25 de marzo de 2012

Del perdón del Sr. López Obrador




Andrés Manuel López Obrador, quien aparece como el candidato de la izquierda mexicana, ha salido a decir en entrevista al diario español El País que perdona al Presidente Felipe Calderón Hinojosa, nota que han recogido los diarios mexicanos, El Universal de la Ciudad de México y El Porvenir de Monterrey, entre otros.

Si partimos de que los izquierdistas, es decir, todas y cada una de las personas que buscan desde la izquierda de la geometría política pugnar por un cambio del estado actual de las cosas en México y los demás países del orbe, se han representado como personas limpias, de corazón abierto y con sentimientos de generosidad, que son y han sido las banderas de la izquierda desde siempre, habrá que concluir que esa afirmación es válida.

Si sabemos, como mexicanos que conocemos el devenir de la política en nuestro país y estamos enterados de cómo se han manejado las circunstancias políticas en México, la cerrazón del Sr. López Obrador cuando perdió la elección para Gobernador de su estado natal, Tabasco y ocupó la plaza pública frente a Palacio de Gobierno; si pudimos percatarnos de la protesta que tuvo bloqueando Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, podremos pensar que su posición no es del todo sincera.

Más de un mexicano, como yo, quisiera estar cierto que la izquierda es el camino natural para acceder a mejores estadíos de vida, pues hemos visto la derecha, la ultraderecha y los brazos armados de quienes se niegan a perder uno solo de los privilegios de que actualmente disfrutan, actuar en contra de los más caros intereses de la nación mexicana.

Lamentablemente, los que se ostentan como de centro, por su tibieza, han permitido que México haya llegado al grado de descomposición en que actualmente se encuentra.

De los demás, los que sólo usan las franquicias políticas como medio para medrar a costa de los ciudadanos, no vale la pena hablar.

Sin embargo, ¿Cómo han de convencerme de las bondades de la izquierda si quienes aparecen como sus mejores hombres deberían estar en presidio? ¿Cómo permitir que el de las ligas sea representante popular arropado por el Sr. López Obrador?

México debería ser potencia mundial por su riqueza natural, por la calidez de su gente, por la inmensidad de sus bienes y por el trabajo de sus hombres y mujeres.

México debería perdonar, como lo anuncia el Sr. López Obrador, a todos y cada uno de los que han generado el problema actual pero el perdón, no puede abarcar la impunidad, no puede llegar al extremo de repetir las conductas que tanto daño han causado. El perdón no puede ser patente de corso que cause un nuevo agravio a la sociedad mexicana, ya tan lastimada.

Cuando un ciudadano, quien quiera que sea, se sabe tan por encima de la ley que se atreve a perdonar y a asegurar que no abrirá el expediente de la votación de 2006, está otorgando más que un perdón: está expidiendo una orden de impunidad y eliminando cualquier acción legal que él mismo o cualquier otra persona que pudiera sentirse agraviada, estuviera en posibilidad de hacer valer por ese o por cualquier otro hecho pasado. Su perdón como candidato no puede ser válido si garantiza una impunidad. Ese perdón no es correcto y de nueva cuenta, es una afrenta a la sociedad.

Lo que sí es válido, es que cada uno de nosotros, de los mexicanos que, con independencia del color o de la geometría política, amamos al país, hagamos lo que está en nuestras manos para hacer que vuelvan a reinar la paz, la seguridad, el imperio de la ley, en cuanto esa ley sea justa y no, las aberraciones que se han dictado, que van en contra no sólo del espíritu constitucional, si no también, del sano pensamiento lógico y de un mínimo de inteligencia.

Vamos por un México nuevo, de hermanos, que luchen por su país con la educación, la mano franca y el trabajo como banderas. Olvidemos para siempre la confrontación. Perdonémonos nosotros mismos por nuestra desidia y hagamos lo necesario para trazar un nuevo rumbo.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini.

lunes, 19 de marzo de 2012

La otra realidad de México




Es cierto. México está viviendo una serie de eventos que son como para dejar sin habla a cualquiera. Los muertos, los daños colaterales, los estudiantes caídos en la estúpida guerra que no tiene enemigo visible, las afrentas a la sociedad civil y todo lo que ya sabemos y que, de algún modo, ha empezado a superar nuestra capacidad de asombro y ya logramos verlo como algo natural.

También es cierto que día a día vemos la forma en que los políticos, los que deberían ser el ejemplo a seguir por los mexicanos, ofenden a la población y la gente se queda sin proferir queja alguna. El coraje y el rencor están madurando, como lo hacen las ollas de presión hasta que el silbato anuncia que están a punto. Así está nuestro México.

Paralelo a la realidad que lacera nuestra vida diaria, existe otra que, por ser buena, por tratarse de cosas dignas de alabanza, los medios de comunicación olvidan y relegan, pues lo que es positivo no vende como la podredumbre.

Hoy de eso quiero hablarle a usted, mi querido lector. De los muchos mexicanos que hacen las cosas bien, que buscan que existan actos de los cuales podamos sentirnos orgullosos todos. ¡Y vaya que hay muchos!

Un día, a principio de año, platiqué con un muy querido amigo que me dijo que había estado en la Cafetería El Pasaje en Matamoros, Tamaulipas, la tierra en la que crecí y en donde tengo entrañables amigos, amén de que ahí radica parte de mi más cercana familia. 

Me dijo que olvidó en el respaldo de la silla que ocupó, una chamarra con ocho mil pesos en el bolsillo interior, que se dio cuenta el día siguiente, ya acá en Monterrey y que habló para preguntar por su prenda. Le dijeron que estaba hablando a la sucursal de la cafetería, que el mesero que lo atendió la había entregado después de un rato y que estaba en el departamento de objetos olvidados.

Envió a gente de su confianza con la encomienda de recoger la chamarra, casi seguro que de aparecer, sería sin dinero. Por supuesto que dio instrucciones de que si estaba su numerario, ahí mismo hicieran entrega de una generosa propina al mesero. Hablamos de Matamoros, de su fama y de los problemas actuales y sí, ahí estaban su chamarra y su dinero. Se entregó el donativo.

Después supe de quien olvidó su laptop en la zona de revisión en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México, en una salida internacional. Cuando se dio cuenta, estaba llegando a Argentina, claro, sin su computadora. Habló al aeropuerto y le pidieron que a su regreso, se presentara en el departamento correspondiente. Fue, dio los datos de su computadora y se la mostraron. El único requisito para la entrega fue que se supiera la clave de acceso. Al demostrar que podía desbloquearla, claro, era de él, le fue entregada sin necesidad de recompensa alguna.

Hoy, domingo dieciocho de marzo de dos mil doce, acudí a El Potosino, negocio ubicado contiguo a la caseta de cobro en terrenos de San Luis Potosí. Fui a buscar enchiladitas potosinas y por cierto, están ¡excelentes! Sin embargo, lo que me motivó a escribir la presente, a comentar lo expuesto líneas arriba y a publicar mi encuentro de hoy, es lo siguiente:

Delante de nosotros, un cliente solicitó factura al encargado de realizar ese trámite, un hombre de entre 65 y poco más de 70 años. No alcanzo a precisar la edad, pero no era en modo alguno una persona joven. Aquél hombre estaba capturando en su computadora, con todos los problemas del mundo, la información necesaria para expedir la factura, llenando los campos de un complicado sistema de facturación, frente a un operador de transporte público de carga, de esos que denominan “quinta rueda”.

Terminó el hombre de edad su labor y entregó la factura. Seguíamos nosotros cuando regresó quien ya se había retirado a expresarle al señor de la computadora que había omitido cobrarle unas gorras y le entregó un billete de quinientos pesos. Le dijo que se dio cuenta que le había hecho la factura pero que no las había pagado. Eso llamó mi atención y le pedí me contara qué había sucedido. Me explicó, así como le cuento, que al salir, tomó conciencia que no había entregado el dinero de las gorras pese a haber recibido la factura y se regresó a pagarlas, así de fácil.

Obvio, lo felicité y le comenté que habría de buscar la forma de hacer público su acto, pues es parte de lo que debe darse a conocer en México. Que existe mucha gente que actúa bien, como los de Matamoros, los del aeropuerto de la Ciudad de México y por supuesto, como él. Es mi homenaje a quien sigue una conducta apegada a un recto proceder, que es la forma de sentirse en paz con uno mismo y ante los demás.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

Mtro. José Manuel Gómez Porchini
Mexicano, Catedrático, Abogado y Director General de Calmécac Asesores Profesionales S.C.

viernes, 9 de marzo de 2012

El Proyecto San Nicolás



Una de las muchas satisfacciones que me ha regalado el poder estar frente a grupo, ha sido conocer lo que en la Universidad del Valle de México Campus Monterrey se denominó El Proyecto San Nicolás.

Un grupo de policías municipales platicaron entre ellos, hicieron saber sus inquietudes al entonces alcalde, Ing. Zeferino Salgado Almaguer y obtuvieron lo que entonces parecía un sueño: el apoyo de la Presidencia Municipal de San Nicolás de los Garza, municipio de la zona conurbada de Monterrey que siempre se ha distinguido por ir a la cabeza en muchos rubros, para poder estudiar. Se les prometió el apoyo de la Presidencia Municipal, de los jefes policiacos y así, un día empezaron las clases.

La Presidencia Municipal de San Nicolás celebró pláticas y convenios con la Universidad del Valle de México, Campus Monterrey y decidieron realizar los ajustes académicos necesarios para poder ofrecer la Licenciatura en Seguridad Pública, recibir al grupo del Proyecto San Nicolás y empezar…

Y empezaron. Tuve la fortuna de impartir una materia allá al principio de la carrera, cuando aún no recordaban lo que era estar en un aula, cuando estaban rígidos, tiesos, formales en extremo y ajenos al bullicio que es la característica del estudiante.

Claro, como policías en activo, con funciones y problemas, con familia y responsabilidades, el camino se hizo más pesado. Y lo fueron escalando, paso a paso, día a día, hasta que lograron lo que al principio parecía un sueño: completar la carga académica y poder obtener su título.

En una clase con ellos, la primera, al entrar al salón recuerdo que se pusieron de pie, gesto de respeto y muestra de la disciplina que los caracteriza, saludaron a coro, con voz tronante, de policías y luego, esperaron la orden para tomar asiento. Creo que nunca había tenido yo un salón tan bien portado. Con los días empezó el conocimiento y luego, la relación que existe entre el alumno que todo quiere saber y el maestro que ya no encuentra qué explicarles, pues ya saben todo. Así los sentí. Con ansias de aprender, con ganas de saber todo.

El día que terminé mi curso y tuve que decirles que otra persona les impartiría una nueva clase, hubo bromas. Hasta la fecha los recuerdo con aquella naturalidad de escolapios primerizos, a pesar de ser formalmente, unos señores policías.

E íbamos a almorzar, en el descanso, todos muy tranquilos, en una universidad que pareciera hecha nada más para nosotros, los integrantes del Proyecto San Nicolás y el maestro. Con lo que no contábamos es que un día habrían de ingresar, como es lógico, los alumnos de preparatoria. Ese primer día de clases de los de bachillerato, llegamos primero a la cafetería, muy tranquilos, pedimos y empezamos a disfrutar los alimentos, pues sólo dispone uno de unos minutos antes de continuar la clase. Igual, a los de prepa les dan también sólo unos minutos. La diferencia es que nosotros éramos formales, los policías y yo y ellos, los de bachillerato… bueno, con decirles que tuvimos que cambiar el horario del descanso precisamente para no coincidir con aquella multitud.

Tuve el orgullo de impartir tres materias con ellos, todas al principio. Me queda a deber la Universidad y ya no podrá pagarlo, la oportunidad de haberles impartido alguna de las últimas materias. Me hubiera gustado verlos en el salón, ahora que ya han transcurrido más de tres años desde aquellos días en que me preguntaban que qué era un ensayo, que cómo se hace una presentación en Power Point, que si la tarea que les revisó su hijo de primaria está bien hecha y otros temas igual de difíciles.

Hoy, estoy cierto que su horizonte se ha ampliado. Hoy confío en que las palabras que los primeros días les sonaban como en chino, les sean familiares. Hoy veo unos seres humanos con ilusiones, con familias orgullosísimas, con la frente en alto pues han logrado un éxito más, de los que valen la pena y que no se compran con dinero.

Hoy la Universidad y el Ayuntamiento de San Nicolás de los Garza entregan a la sociedad a un grupo de hombres probos, dignos, con carácter y además, con conocimientos. Ya no serán sólo policías, que en sí, es el honroso título que se le brinda a quien defiende, custodia y protege a los demás. Hoy además, son Licenciados en Seguridad Pública. Orgullosos ellos de su logro y orgulloso yo, de haber contribuido a su formación. La promesa primera de un alcalde pasó a otro y hoy, el Ing. Carlos Alberto de la Fuente es quien cosecha lo que sembró el Ing. Zeferino.

Desde aquí, va mi abrazo fraterno a todos y cada uno de los integrantes del Proyecto San Nicolás, Licenciados en Seguridad Pública. Querer es poder.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

Mtro. José Manuel Gómez Porchini.

lunes, 5 de marzo de 2012

Uno de cada diez mexicanos.


El Diputado Arturo Zamora Jiménez, Vice Coordinador Jurídico del PRI en la Cámara de Diputados, hizo saber mediante nota que se publica en movimientoterritorial.net el grave, gravísimo problema que afronta uno de cada diez mexicanos que, por carecer de documentos de identidad, básicamente acta de nacimiento, carecen de soporte jurídico para acreditar su legal estancia en el país y, por supuesto, para hacerse acreedores a los derechos que como mexicanos todos debemos tener.

Los números que anuncia son alarmantes: “uno de cada diez mexicanos carece de acta de nacimiento. Son más de diez millones de mexicanos que, por no tener dinero para el trámite burocrático de registrar a los menores, se convierten en ciudadanos de segunda, fantasmas, que ni siquiera existen”, concluye diciendo.

Y sigue: "Son mexicanos indocumentados en nuestro propio país, son niños indígenas que están expuestos al tráfico de personas, son altamente vulnerables y ahora son invisibles para el propio gobierno federal que se niega apoyarlos por no aparecer en sus padrones de beneficiarios con un nombre y apellido", dijo el legislador por Jalisco.

El párrafo anterior está tomado tal cual de la nota que aparece en el enlace que al final se inserta. Es una realidad que apabulla, que asombra y causa verdadera conmoción, nada más de imaginarla.

Es cierto, es difícil creer que existan compatriotas que puedan sobrevivir con un salario mínimo. Es increíble pensar que una familia de tres, cuatro o más miembros subsista con esa ínfima cantidad, pues así me lo han hecho saber mis alumnos en múltiples ocasiones. No me creen cuando les digo que sí hay personas que viven con menos de cincuenta pesos diarios.

Ahora, a usted, mi querido lector, que disfruta y goza de grandes recursos, pues puede leer este texto, ya sea en computadora, ya escrito en papel, le pregunto: ¿Estima válido que a los más humildes de todos, a los que han sido más abandonados por todos, además se les nieguen los apoyos por carecer de los medios para registrarse en las listas de los que recibirán subsidios, bonos, bienes?

Eso es lo que está sucediendo en México. Es lo que está alarmando al país y nos lleva a un estallido social. Negarle al desamparado todo, precisamente por carecer de todo, es el agravio más grande que puede causarle el funcionario al pueblo.

Si, las computadoras son maravillosas. Yo mismo escribo este texto en una de ellas. Pero dista mucho, muchísimo que estén al alcance de los mexicanos. El Doctor en Computación Hugo César Coyote Estrada ha publicado en línea un texto que denomina “Las comunicaciones y la computación en el México del siglo XXI”, en el que presenta un panorama, real pero vergonzoso, que nos ubica a niveles muy por debajo de la media en computadoras personales y acceso a internet, pero superiores al promedio mundial en teléfonos celulares y televisores.

Para mí, ha sido de las notas que más tristeza me ha dado conocer. Saber que no podemos aprender cosas nuevas por falta de tecnología pero sí, ver y escuchar cuanta tontería y majadería, a más de errores garrafales, que profieren los líderes de la comunicación en México.

No somos capaces de conectarnos a la red. No tenemos dinero para tramitar un acta de nacimiento. Por ende, no podemos disfrutar de los beneficios y derechos que existen.

Eso sí, buenos para hablarle al amigo y más, para ver las estrellas en la televisión.

¿En realidad es lo que nos merecemos?

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

Mtro. José Manuel Gómez Porchini.
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Director General