domingo, 30 de septiembre de 2012

Ya con Reforma Laboral



Ya han pasado varios días desde que se aprobó la reforma laboral que al parecer no ha dejado contentos a los trabajadores. Y claro, los líderes de opinión se han rasgado las vestiduras por las ofensas a la clase obrera y presentan un panorama desalentador por completo.

Por otra parte, los empresarios tampoco están satisfechos, pues pedían más, mucho más de lo logrado y saben de lo que hablan, ya que cada demanda puede llegar a valores insospechados tratándose de salarios caídos, que generalmente van a dar a los abogados que manejan los juicios. Es un verdadero abuso el que se comete con la clase obrera.

Sin embargo, desde mi particular punto de vista, no todo está perdido. México debe salir adelante y ha de lograrlo con reformas válidas y que presenten soluciones reales a la sociedad, que les permitan, a obreros y empresarios, sentirse satisfechos de lo logrado.

Vamos a tratar de explicarlo: el patrón quiere empleados que le cuesten poco, que produzcan mucho y a quienes pueda despedir cuando ya no los necesite. Así de fácil.

El obrero quiere un empleo donde gane bien, tenga la seguridad de la estabilidad en el empleo y garantizada su capacidad de ganancia. Nada más.

El gobierno quiere una planta productiva que genere divisas, capacitada y competitiva, para poder incrementar exportaciones, tener mejores salarios en general, un mejor nivel de vida y satisfactores para todos.

¿Cómo vamos a lograr que las partes, las tres, obtengan lo que buscan? Fácil, muy fácil. Permitiendo que los unos tengan esos obreros baratos que buscan y los otros la seguridad que necesitan. La función del gobierno será garantizar ambas situaciones.

La reforma laboral es un primer paso, no es mucho y no satisface a nadie, pero es un avance. Lo interesante será darle continuidad y para eso pongo a disposición de México la propuesta que desde 2004 he venido defendiendo.

Que es posible otorgar seguridad social a la totalidad de la población, con independencia de que tengan o no una relación laboral formal, de manera que esté satisfecha y garantizada para todos, la capacidad de ganancia. En la actualidad y con la reforma, la estabilidad en el empleo está supeditada a las necesidades del patrón, de manera que con poco o mucho dinero, cuando el empresario ya no quiere o ya no puede tener al obrero, lo despide y punto. Paga lo que tenga que pagar y terminó la relación laboral.

Que si el aviso es por fax, por mensaje de texto vía teléfono o por escrito ante notario o como usted quiera, eso es intrascendente. Lo importante es que esté garantizada siempre la capacidad de ganancia del trabajador.

Que si el patrón va a pagar por horas y ya se dijo que nunca podrá ser menor al importe del salario mínimo, creo que está bien. El problema sigue siendo la seguridad social y eso ya lo he comentado con antelación y lo repito: se puede garantizar la seguridad social a todos.

La contratación por terceros, esa forma nueva de contratar que hemos importado mal traducida de otras latitudes, a pesar de no ser de mi agrado, puede funcionar, siempre y cuando exista la seguridad social, que insisto, es el tema toral a resolver. Y ya debería ser una garantía para todos, el más importante de los derechos humanos tutelados por el Estado. La forma de lograr los fondos está disponible.

Respecto a los sindicatos y su forma de manejarse, no debe perderse de vista que existen tratados internacionales que garantizan la autonomía y libertad sindical, por lo que primero habrá que analizarlos y luego, andar emitiendo opiniones sin fundamento. Cada sindicato decide en su seno cómo ha de manejarse y punto. No puede ni debe existir injerencia de nadie, incluido el gobierno y los inquisidores gratuitos que quisieran tener sus fondos.

Creo que si el gobierno voltea a buscar nuevas formas de hacer las cosas y la sociedad deja de querer que todo siga igual para beneficio de unos cuantos, podremos avanzar. Y ahí, estamos muchos mexicanos ya listos para participar.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Director General
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com 


domingo, 23 de septiembre de 2012

Amigos más que hermanos.




Hoy voy a narrar parte de la historia de mi papá, Carlos Gómez Sánchez, y de mi mamá, María Guadalupe Porchini Galván, ambos de Cd. Victoria, Tamaulipas y que por esas cosas del destino fueron a vivir, recién casados, a la Ciudad de México, específicamente a Milpa Alta, la Delegación Rural del Distrito Federal.

Mi papá aún era estudiante de leyes y ya ocupaba el puesto de Delegado político, cuando ese nombramiento vestía y daba lustre y no como ahora, que sirve para hacerse millonario en un momento.

Los compañeros de escuela de mi papá, pues aún no terminaba su segunda carrera, ya que la de Profesor de Educación Primaria la había terminado e incluso ejerció como Director de Primaria Federal en Jiménez, Tamaulipas, iban a Milpa Alta pues todos eran amigos del delegado. Muchos años después, mi papá me decía los privilegios que podría tener en varias casas, precisamente en las de aquellos que tuvieron privilegios con él.

Se casaron, llegó mi mamá y siguieron teniendo muchos amigos. Entre ellos, estaban los que llamaban “Los Chatos”, Alonso y Ortega, que por siempre siguieron distinguiendo a mis padres con su amistad. Claro, Girón, Aranda, Molina y muchos más. Todos los de la generación de la facultad de leyes de la UNAM en la que tuvieron el placer de coincidir.

Cambiaron los tiempos, cambiaron domicilios y cada quien hizo la vida como logró hacerlo, pero siempre, con una amistad por encima de todo tipo de situaciones.

Mi madre empezó sus estudios profesionales en San Luis Potosí y los terminó en Monterrey, capital del industrioso estado de Nuevo León, donde hoy resido y donde conseguí esposa, que ha sido mi compañera de vida, mi amiga y mi todo, en toda la extensión de la palabra.

Acá, en este Monterrey tan caluroso, mi madre terminó su carrera de Químico Fármaco Biólogo, en 1950, cuando no era bien visto que las mujeres estudiaran y menos aún, carreras casi exclusivas para hombres. Con todo y eso, había varias mujeres en el grupo y de entre ellas, María Isabel García Salinas, mi Tía Chabe, siempre se distinguió por el afecto que las unió.

Y la vida siguió y faltó mi papá cuando nos hacía mucha falta, pues yo tenía 24 años, como me sigue haciendo falta aún a pesar de que cada día parece que cumplo un año más.

Una vez, cuando estuve muy enfermo, mi Tía Chabe me recibió en su casa y ahí pasé mi convalecencia. Claro, Tina, que todavía era mi novia y mi madre estuvieron conmigo, pero en casa de Tía Chabe.

Pero la vida la hicimos, mis hermanos y yo, siempre arropados por los amigos de la vida, por quienes vieron los esfuerzos de Carlos y Lupita y que nos siguieron atendiendo a pesar de que mi padre ya no está físicamente con nosotros.

Hace unos días, mis hermanas, que por cierto parece que no entienden que no todo se puede hacer, decidieron organizar una reunión en Matamoros, Tamaulipas, la tierra a donde llegamos como familia a mediados de los sesentas y donde mi padre quedó para siempre, ahí donde reside aún mi mamá y comparte la vida con sus amigas.

La fiesta… ¿qué puedo decirle? Para empezar, para mí, representó viaje, pues como radico en Monterrey implica dejar los afanes cotidianos, pagar gasolina, casetas, hotel, comidas y todo lo que implica moverse con cuatro de familia, ya todos grandes, pues nuestros hijos andan en 21 y 24 años.

Llegamos a la hora en que estábamos citados y empezamos a saludar a mucha gente a la que hacía años no veíamos. A Avice Hallam, compañera de primaria de mi mamá, hermosa como siempre y a quien por siempre he de agradecerle los cuidados que tuvo conmigo; a la vecina de toda la vida, la Sra. Juanita; a nuestro amigo, compañero de Carlos y amigo de todos, Beto Ríos, que siempre ha estado cerca de nosotros y mucha gente más. Fue un verdadero agasajo el poder compartir el pan y la sal con todos y cada uno de los presentes.

Hace muchos, muchos años, recuerdo que Manuel y Vicky llevaban a la casa a su niño, Rodrigo, para que mi mamá lo cuidara. Aún estaba papá y lo conoció. Ahora lo vi, ya convertido en un padre de familia, con sus hijos y acompañando a mi madre y a todos los Gómez Porchini.

A la hora de la cena alguien pidió que tocara mi Tío Jorge Alonso y claro que lo hizo, con esa destreza y habilidad que siempre lo ha caracterizado. Lo acompañó al micrófono, cantando, Chabelita, mi Tía Chabe, la que hace poco lanzó su primer disco apenas a los ochenta y tantitos años.

Si los muchachos de más de ochenta cantan, tocan, bailan, viajan para acompañar a los amigos, más que hermanos de toda la vida, como lo hizo también el Chato Ortega, a nosotros nos queda el compromiso de honrar esa amistad. Nos corresponde hacerla que perdure y se prolongue en los tiempos y las familias. De ahí nace la obligación moral de atender siempre al amigo y al hijo del amigo.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini.
Director General
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com 

jueves, 13 de septiembre de 2012

El valor del sacrificio.





Como ha venido siendo costumbre, primero se debe definir el tema a tratar y en la especie, hoy me refiero a la palabra sacrificio, su significado y alcances.

Encontré, en la Real Academia, que las definiciones tienen mucho que ver con los rituales de la iglesia y, por ejemplo, dicen que significa “ofrenda a una deidad en señal de homenaje o expiación”. También, que es el “Acto del sacerdote al ofrecer en la misa el cuerpo de Cristo bajo las especies de pan y vino en honor de su Eterno Padre” y luego, se refiere a la matanza de animales, especialmente para consumo y a la matanza de personas, en una guerra o por una determinada causa.

Sin embargo, la definición que más me atrajo es la que aparece con el número 7 y que dice: “Acto de abnegación inspirado por la vehemencia del amor”.

Ese es el sentido que me gustaría dar a la nota que hoy pongo en sus manos, sentido que ojalá logre hacerle llegar.

Sacrificio es el desprendimiento de una madre a favor de sus hijos, cuando se quita el pan de la boca para darlo sin restricción, como sacrificio es que el padre permanezca por horas en el centro de trabajo, con tal de ganar un peso más que le servirá para comprar el regalo que el hijo quiere. Sacrificio también es cuando alguien se desprende de lo que quiere con tal de hacer que el otro tenga al menos, un momento de gozo.

El sacrificio es, por tanto, un acto de amor que se demuestra de mil formas. El estudiante que se queda largas jornadas frente a los libros, buscando la manera de acrecentar sus conocimientos sin tomar en consideración que es fin de semana o día de fiesta o cosas así, hace un sacrificio, de su propia persona, por amor a quienes le costean sus estudios y también, por amor a sí mismo.

Sacrificio es también, levantarse a muy temprana hora en la mañana a fin de hacer horas y horas de ejercicio para poder participar en las competencias que le interesan, como también, quedar sujeto a los golpes que pueden lastimar al deportista.

De hecho, esta nota nace de una plática en redes sociales con un alumno a quien lastimaron en un partido y anunció, lo tengo muy presente: ¡ya puedo caminar de nuevo! Le pregunté que si valía la pena poner en riesgo la integridad física definitivamente por un juego y su respuesta, que fue una nueva pregunta, me llamó la atención: ¿Vale la pena seguir a tu corazón y morir sin quedarse sin ganas de haber hecho algo en tu vida? Incluso, me comentó que lo lastimaron en un partido de futbol americano, un golpe dado con mala intención por parte de un contrario.

Para él, joven y con mucho empuje, no es válido morir sin haber hecho el intento. Es decir, propone que debe seguirse el dictado del corazón para hacer lo que se desea.

Ahí es donde encaja el sacrificio. ¿Es válido sacrificar una carrera, una vida a futuro por un juego mal manejado? ¿Es correcto perder todo por un momento de felicidad?

O por el contrario, ¿ha de sacrificarse la emoción de vivir por guardar las formas?

¿Hasta dónde ha de sacrificarse la vida en aras de brindar a los suyos la tranquilidad que deben merecer?

Ojalá me ayude a despejar la duda.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Director General
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com