martes, 22 de octubre de 2013

Las razones de la oficina



José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante              




Los años, nada más los años me han dado experiencia, pues el tiempo es el único maestro que imparte clases sin dejar más tarea que la que uno quiere tomar. Y así, he aprendido que hay cosas que se deben hacer y que otras, han de quedar alejadas de los afanes diarios.



Hoy, de nuevo estoy a cargo de una oficina pero con una diferencia substancial, infinita, definitiva, con los demás puestos que he desempeñado y que se aparta de lo hecho en los demás en que laboré a lo largo de los años. Soy el dueño del negocio y el personal a mi cargo son gente que conozco y a quienes invité a trabajar y les he brindado mi confianza. Además, está mi hijo Daniel conmigo, lo que para mí es un motivo de especial alegría y José y Tina me apoyan en todo.



Y claro, mientras que yo hace rato rebasé los cincuenta años, los muchachos apenas frisan los veintitantos.



Y empieza la serie de razones para que estén conmigo: Daniel es mi hijo y es primer lugar de su generación. Egresado de Filosofía y Letras, de la carrera de Sociología, es un muchacho que sabe infinidad de cosas, que todo se le ocurre y que alega que quien debe estar con él, es el personal de seguridad de la oficina. Por si usted no lo sabe, el personal de seguridad es Marx, el Cocker Spaniel que ya tiene tres años en casa, que ya acusa los estragos de la vejez pero que en cuanto ve a Daniel, le hace fiestas al por mayor. Tose y parece viejito desahuciado, pero nos dice el veterinario que ya se está curando…



Eso sí, Marx sigue sufriendo con las campanas de la iglesia del barrio. Su pleito es definitivo. Total. Suena la campana y Marx aúlla, entre dolor y queja ideológica. Aún no descubro la verdadera razón.



Jesús Vallejo, el Lic. Vallejo de Querétaro, el chaparrito, dicho sea con afecto y nunca con otra intención, además de ser abogado, miembro de número de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social, miembro destacado del Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., columnista regular en Poder Ciudadano de Querétaro, con estudios de posgrado en Alcalá de Henares, España, ahora es Coordinador de la Zona Norte de los Egresados del INAP de España, imparte cátedra en posgrado y se da tiempo para participar en campañas políticas y aconsejar a quien acude en su búsqueda. Claro, después de terminar de redactar demandas y acudir a presentarlas. Lo que lo distingue es que no conoce, no entiende el significado de “no” ni de “no se puede”. Para él, todo es posible.



Francisco Alan Yáñez, a quien conocí cuando apenas iría en segundo o tercer semestre de la carrera de derecho, ha sido siempre el primer lugar de su salón. Claro, con el tiempo, resultó ser el primer lugar de su generación y uno de los alumnos más dedicados que he tenido oportunidad de conocer. Se enoja por todo. Hasta parece que se va a quedar intrincado cuando un juez no hace lo que quiere o cuando no dictan los acuerdos a su modo. Ahí es donde mis años de experiencia sirven para calmarlo. Mañana que aprenda a recibir los golpes de la vida con una poquita más de calma, sin perder el coraje, será el mejor abogado de esta tierra.



Josué S. Cisneros también fue mi alumno y obvio, también es excelente. Es el más nuevo en la oficina y los otros, Daniel, el Lic. Vallejo y Alan, ¡hasta parece que se lo van a acabar! Pero en verdad, se han portado de manera excepcional, compartidos y brindándose en todo, sin reticencia alguna y con la afabilidad que proporciona el saber que nada te puede lastimar.



Y José mi hijo mayor, que si bien tiene carga académica en diversas universidades, atiende los asuntos que le corresponden en la oficina sin queja alguna y eso sí, soltando unas carcajadas que bueno, hasta parece que algo malo están haciendo.



Y Lázaro, que colabora con nosotros desde su trinchera, en cuanto llega se relaja y cambia su gesto por uno de amabilidad que permite descubrir que se siente a gusto en la oficina.



Marco Guerrero, nuestro diseñador, a pesar de sus muy pocos años ha demostrado una calidad increíble en sus trabajos. Y fue mi alumno y pude saber que es excelente. Es el autor del logo de la empresa que adorna esta nota y ha ilustrado nuestros cursos.



Nuestra alianza estratégica (así le llaman ahora a eso de trabajar juntos) con Editorial Elsa G. de Lazcano, de Lidia y Omar Lazcano, que más que socios de negocios son nuestra familia, va viento en popa. Y creo que así es como debería estar toda oficina o centro de trabajo. Entre palabras de aliento, voces de apoyo y estímulos de todo tipo. Que para obtener buenos resultados, no se requiere el látigo, pues aprendí en casa que logra más una gota de miel que un tarro de hiel.



Y si, la oficina es un lugar en el que da gusto estar, a pesar de que se tiene que trabajar. Ahí, el trabajo más que cualquier otra cosa, toma la verdadera dimensión que le corresponde: una bendición para hacer la vida.



Me gustaría conocer su opinión. Vale la pena.


domingo, 20 de octubre de 2013

Dos visiones distintas para manejar empresas






José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante              

En los últimos días he tenido conocimiento de dos asuntos distintos, de dos empresas distintas con visiones diferentes de manejar los temas que les atañen y vengo a platicárselo a usted, para que esté enterado de lo que vengo haciendo y de cómo manejan sus asuntos los que tienen buen nombre y los que van en picada. 

Hace unos días me contactó vía telefónica una joven profesionista de este Monterrey tan sufrido y me dijo que quería que le elaborara su demanda. Obvio, le pregunté quién la recomendó, de qué se trata y todo lo necesario para saber con quién estoy negociando y además, para saber qué tipo de asunto es el que le molesta.

Y empieza su narración, ya instalados en las cómodas poltronas del Club en el que recibimos a los clientes: Mire, yo empecé a laborar para la compañía (me reservo el nombre, pero es de las más serias y formales de Monterrey) el día 20 de marzo pero me explicaron que por necesidades del servicio mi contrato sería de una outsourcing. Y lo acepté y me dieron mi número de empleado, mi tarjeta de control de acceso a las instalaciones del Corporativo en la Colonia del Valle y a la planta en Santa Catarina y todo lo relativo a mis funciones. Empecé a viajar, dentro y fuera del país, hablo varios idiomas, en fin, todo muy bien. Al mes, cuando se venció el contrato, me dieron otro por tiempo indefinido de la outsourcing en la inteligencia que la Compañía, la real, la poderosa, habría de contratarme de planta en cuanto llegara la autorización de oficinas centrales, lo que a la postre no sucedió nunca.

Un día, hace apenas una semana, llegó el jefe directo, obvio, de la Compañía y le dijo a mi cliente: Tus servicios ya no son necesarios, por lo que te agradezco el tiempo que colaboraste con nosotros.

Fue todo. Así de fácil y así de simple. No hubo oficio dando razones ni hubo una retroalimentación de las razones de por qué quedó fuera de la Compañía. Saliendo el jefe directo, entra el empleado de la outsourcing y le dice: Te vamos a pagar tus partes proporcionales, los salarios pendientes, lo que se te deba… firma aquí. Pero, balbuceó mi cliente, ahí dice que renuncio y yo no estoy renunciando… firma o no te toca nada, eso es nada más de trámite.

Cuando llegó a su casa y analizó lo que había hecho, se puso en contacto con un abogado que le dijo: Tienes derecho a la indemnización constitucional porque fuiste corrida del empleo por decisión del patrón sin que hubiera una causa justificada. Y ahí es donde fue a buscarme. Elaboré la demanda, preparé todo, incluyendo horas extras, primas y todo lo que se me pudo ocurrir, claro, fiel a mis principios, usando siempre cifras reales.

Pero me quedó la sensación de que algo no estaba bien y platiqué con mi cliente: En mi opinión, es un despido injustificado sin más ni más. Sin embargo, según yo La Compañía es de los pilares de Monterrey, todavía tiene mucho prestigio y hasta donde sé, es formal en sus tratos, ¿quieres que la vayamos a ver? Accedió y acudimos a buscar al Director General de Recursos Humanos de la Compañía, con corporativo en la Del Valle y todo eso. Pero no estaba y nos recibió una muchacha, joven como mi cliente, dispuesta y con clase, a quien le empecé a platicar la razón de nuestra visita. De pronto, se dirigió a mi cliente y empezó a hacerle cuestionamientos directos: − ¿Cuál era tu puesto de trabajo? ¿Dónde estaba tu oficina? ¿Quién era tu jefe directo? Y cosas así, como para corroborar la veracidad de nuestra información.

Antes de entrar, le expliqué a mi cliente la cantidad a la que tenía derecho, legalmente, por el despido de que fue objeto. Pero también le dije que en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, tienen la costumbre de realizar un convenio siempre que exista sacrificio para ambas partes, por lo que existe la norma no escrita de que el obrero debe aceptar entre el 75 y el 80 por ciento de lo que realmente le correspondería. Lo entendió, cuando le dije las cantidades y le expliqué: arriba de esta cantidad, acepte. Abajo, no.

La joven encargada de Recursos Humanos le ofreció un peso debajo de lo que habíamos hablado, así que lo aceptó. Más vale un mal arreglo que un buen pleito. Pero nos aclaró la de RRHH que esa compañía de outsourcing ya había tenido varios problemas, que hacían las cosas de manera… ¿desaseada? Y por lo tanto, que habrían de prescindir de sus servicios. Y sí, la verdad, le van a pagar todo lo que le corresponde, bueno, menos una pequeña rebaja, sacando la cara la Compañía por la empresa esa de outsourcing que no está capacitada para manejar personal y ni siquiera, para atender a alguien.

La otra cara de la moneda se la comento brevemente. Una empresa con varios establecimientos, todos con más de cien trabajadores, les descuenta a sus empleados lo correspondiente a impuestos y seguridad social, es decir, Infonavit e IMSS, como lo hace cualquier otra empresa. La diferencia es que ésta, no lo entera a las autoridades y se queda con el dinero que descuenta y además, no da de alta a los trabajadores ni ante el IMSS ni ante el Infonavit ni tampoco paga los impuestos correspondientes, mucho menos lo relativo a impuestos sobre nóminas o cualquier otra contribución a su cargo.

Despide un día a un trabajador con más de diecisiete años de servicios sin aviso de rescisión, sin darle razón por escrito de la separación y sin que haya habido ninguna causa real. Claro, le expedía recibos, cartas de recomendación con membrete de la institución, oficios de felicitación firmados por el propietario de la empresa y muchas otras formas de acreditar el salario, la antigüedad, la relación laboral y todo lo que ha de acreditarse en juicio. En este caso, lo que molestó al empleado fue el procedimiento para la baja, ofensivo y muy mal hecho.

Cuando viene a verme, le ofrezco igual, ir a platicar con el dueño de la empresa y lo acepta, pero no nos recibe. Bueno, se presenta la demanda, se notifica como debe de ser y ¡no contesta!

Acuden abogados a nombre del propietario persona física, pero nadie a nombre de la empresa, persona moral, como tampoco lo hace nadie a nombre de quien resulte responsable… acuden el IMSS y el Infonavit, pues también los demandé. Los que conocen de asuntos laborales sabrán que una demanda no contestada es una demanda perdida para el patrón. El abogado a nombre de la persona física contesta mal y no ofrece pruebas, ni objeta las ofrecidas por nosotros.

En este asunto, el laudo que se dicte va a reconocer la relación laboral de más de diecisiete años, el derecho a inscripción extemporánea ante los institutos de seguridad social, IMSS e Infonavit y luego, por la edad de mi cliente, habrá de ordenarse la pensión por invalidez, pues su avanzada edad y su estado de salud así lo ameritan.

Claro, el IMSS otorgará la pensión pero va a ir en contra de la institución al cobrarle cuotas omitidas, recargos, actualizaciones y demás por poco más de diecisiete años en el caso de mi cliente, pero… ¿le irá a seguir el seguro con los demás trabajadores de la institución?

Ahora bien, trato de negociar con el patrón por conducto de sus abogados y me informan que se niega a recibirnos, que no puede atendernos y nos manda ofrecer una migaja, una cantidad inferior que a la muchacha del caso anterior, que duró en el puesto menos de un año. Aquí hablamos de un cargo directivo, de más de diecisiete años de servicios, de omisiones graves en los pagos de seguridad social y de impuestos en general y muchas cuestiones más. 

Usted, mi querido lector, ¿cómo reaccionaría? ¿Deberá negociar mi cliente con la institución o seguir el trámite hasta que cobre todo y las autoridades se vayan en contra del patrón, aun cuando se acaben la fuente de trabajo?

Me gustaría conocer su opinión. Vale la pena.

domingo, 13 de octubre de 2013

Política y redes sociales.




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante      

México cambió hace poco a los titulares de los poderes públicos quienes han enfrentado muy fuertes críticas en las redes sociales, una nueva forma de hacer política y de hacer presión, que anteriores gobernantes no tuvieron que sufrir. Sin embargo, la realidad ahora para ellos es que cada día hay más gente despierta, más ciudadanos conscientes de su valer y de su valor.

Ahora tienen una nueva oportunidad de demostrar que su política va en beneficio del pueblo, que buscan lo mejor para los ciudadanos de México y que los funcionarios de los partidos políticos van en pos de un futuro promisorio para los mexicanos.

La manera antigua de hacer política, en la que la forma es fondo, en la que impacta más parecer que ser, ha cambiado para siempre merced a esas redes sociales que todo lo escudriñan, que de todo están pendientes y que no dejan pasar nada.

Cada uno de los políticos que existen en México, busca la manera de infiltrarse en las redes sociales, como si pudieran ser bien recibidos por una comunidad increíblemente grande y dispersa como para conocerse, pero tan pequeña y cerrada que de inmediato se da cuenta cuando alguien no es de su círculo y lo expulsan de mal modo. Para muestra, tenemos lo que ha pasado con varios políticos que, después de algún error, de mostrar sus riquezas o de presumir sus miserias morales, han sido objeto de tantos ataques que mejor han decidido retirarse de las redes sociales, como si al hacerlo ya lograran terminar con su mal.

En estos días está a discusión la reforma fiscal. He tratado tanto el tema que a veces, hasta quisiera ya no molestarlo con lo mismo. Sin embargo, quiero a mi país y sé que una forma de hacerlo crecer es realizando cambios que permitan que avance en la dirección correcta.

Para mí, esa dirección es lograr otorgar una verdadera seguridad social universal, que abarque a todos los mexicanos, sin distingo alguno ni por cuestión de raza, de sexo, de posición social o de preferencias sexuales o políticas. Un verdadero derecho y no, una dádiva graciosa concedida por el gobernante como haciéndole un favor al populacho. No, nunca jamás. Lo que nuestra patria necesita es que la gente sepa qué son los derechos y también, que a cada derecho corresponde una obligación. Que las cosas no son gratuitas y que todo en esta vida, cuesta.

Por eso, sabiendo que a cambio de hacer que el vendedor o comerciante registre la operación que se realice de manera que se cubra el IVA correspondiente, a usted se le va a otorgar el equivalente a tres puntos de ese IVA, de manera que vaya formando una cuenta de ahorros que le permita, al cumplir sesenta y cinco años de edad, tener derecho a una pensión y siempre, derecho a servicio médico.

Esa nueva oportunidad de hacer bien las cosas, la tiene tanto el presidente de la república, como los legisladores. A todos y cada uno de los encargados de votar las reformas fiscales, se les ha hecho llegar, en múltiples ocasiones, los textos que contienen la propuesta para lograr la seguridad social universal, lo que algunos tratadistas han denominado “La deslaboralización de la seguridad social”, siguiendo lo que desde el año dos mil cuatro he venido sosteniendo y de lo que tengo derechos de autor.

Pero claro, esa oportunidad que se ha puesto en charola de plata a los legisladores y funcionarios de primer orden del gobierno de Peña Nieto, han de aprovecharla. Si el resultado de estos trabajos legislativos va a parecerse a lo que se obtuvo como reforma laboral, que no pasa de ser un cambio cosmético sin forma ni rumbo alguno, el país se les puede deshacer en las manos.

Quiero a México y mi voto es porque sea cada día más grande. Que los políticos no obliguen a los mexicanos a cambiar el estado de cosas del país de modo violento. Por favor, hágale saber a los políticos que México tiene un destino más grande que sus partidos políticos.

Me gustaría conocer su opinión. Vale la pena.