martes, 14 de octubre de 2014

De cinismo, falta de atención o vuele usted por Viva Aerobús



José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante              

Por necesidades del servicio viaje a la hermosa perla tapatía, a Guadalajara, que con la atención de su gente y su Centro Histórico, enamoran a cualquiera. Claro, vengo fascinado de una ciudad que conocí hace más de cuarenta años, a la que he regresado muchas veces y en la que siempre he encontrado cosas nuevas por descubrir.

Sin embargo, quien me contrató para enviarme a Guadalajara compró mi vuelo de regreso por Viva Aerobús, una empresa de la que según yo, ya estaba curado de espanto, pero veo que no.

Y déjeme usted decirle el porqué de mi afirmación.

Llegué al aeropuerto temprano, pues mi vuelo salía a las 19:05, es decir, a las siete de la noche con cinco minutos pero yo ya había acabado mis asuntos y le pedí a quien me trajo, que me dejara en el aeropuerto para ya no molestar. Tomé fotos en el camino y publiqué mis andanzas.

Al entrar al aeropuerto y seguro de que estaría cuando menos tres horas esperando la salida del vuelo, busqué dejar mi maleta en el mostrador para andar más ligero. Me dijeron que no, que hasta después de las cinco podía formarme y a esa hora me darían mi pase de abordar. Perfecto, educado que es uno, me senté a esperar el tiempo y por mientras, busqué una información que necesitaba para terminar un artículo. Todo en santa paz.

De pronto, no sé de dónde, salió mucha gente a las cinco en punto y se formaron todos. Y me formé yo también a hacer una fila de 52 minutos contados, reloj en mano, cuando yo había llegado unos minutos antes y me dijeron, los mismos que ahora atendían, que me tenía que esperar. Ok. Me formé y obtuve mi pase y envié mi maleta por paquetería. Estaba pagado el servicio.

De pronto, anunciaron que nuestro vuelo tenía un retraso de “como hora y media” sin mayor explicación y sin que se ruborizaran al anunciarlo, como que es algo cotidiano para ellos. Fui a solicitar una disculpa y me dijeron: las disculpas las ofrecen a bordo del avión.

Además me aclaró el empleado de Viva Aerobús que no tenemos derecho a nada, pues a partir de las tres horas de retraso empiezan las cortesías: un refresco o algo así. ¿La cena? Por favor… Y me dijo, ustedes solo traen dos horas con tres cuartos… y sonrió como Mefistófeles… (Es el nombre del diablo que hizo el trato con Fausto).
Y parecía central de Autobuses, con los olores, las molestias y todo.

Y pasó el rato. Empezaron a salir los demás vuelos demorados de Viva Aerobús y el de Monterrey, para nada. Y más de dos horas después, pues salimos a las 21:35 cuando nuestro vuelo, el VIV1503, era a las 19:05, anunciaron que habríamos de empezar a abordar, claro, con el esquema que ellos tienen, de que el que tiene más saliva traga más pinole. El que pagó más, se forma en los Vip, luego los S, que son los especiales, (ancianos, embarazadas y enfermos), luego las filas de la uno a la cuatro.

Ahí tuve otra experiencia. Yo traía para la fila 2 y ahí me formé. Adelante, dos o tres lugares delante de mí, estaba una muchacha que de pronto preguntó que para qué número era la fila y varios le contestaron que era para la dos y ella, viendo su boleto, dijo: no importa, ya nos hicieron esperar mucho así que aquí me quedo aunque traiga número cuatro.

Lo que más me gustó fue que antes de que yo empezara a decirle algo, le dijeron que por eso está México como está, porque nadie se queja, porque nadie hace las cosas bien y que la gente como ella, con la tesis de que: “el que agandalla no batalla” es la que tiene a México sumido en lo que está ahora. Escuché y me di cuenta que ya la desesperación de la gente está llegando al límite.

Y empezamos a abordar y al llegar con el experto que analiza la autenticidad de mi credencial de elector, mi nombre y firma, el nombre que está en el pase de abordar y toda la demás información en menos de dos segundos, le pregunté: -disculpe, ¿quién nos va a ofrecer una disculpa? Y su respuesta fue: -A bordo del avión se ofrecen las disculpas.

Obvio, al subir la escalerilla, llegando con la dama que nos recibía con su sonrisa dura, le pregunté lo mismo: ¿Quién nos va a ofrecer una disculpa? Y me contestó, forzadamente: yo.

Y dieron todos los anuncios de rigor: que los cinturones, que no fumen, que van a pasar vendiendo papitas y refrescos y lonchis y cacahuates y semillitas y todo lo que ofrecen los empleados de la línea aérea… pero de las disculpas, nada.

Ya como cosa de honor, de orgullo, le pregunté al azafato (así, en masculino) que quién nos ofrecería disculpas por el retraso y me contestó que él también estaba sacado de onda, pues nadie le dijo que volaría ahorita, que él estaba muy en paz en su casa y que lo sacaron para hacer un vuelo que no le tocaba. Claro, en su molestia se notaba lo que pude percibir también en el rostro de la que me recibió y me despidió: que ellos no estudiaron tantos años con la ilusión de pertenecer a la Tripulación de Cabina de Pasajeros, o en el caso de los pilotos, Capitán Ángel Escobar y Primer Oficial Juan Carlos Ortiz, a dirigir un avión en vuelo, a practicar aterrizajes forzosos, navegación aérea nocturna y todo lo que lleva tripular un avión, para terminar anunciando lonchis, papitas y anunciando la marca, refrescos y promocionando un logotipo y las galletas emperador y todo lo demás. Decepción, tristeza y por supuesto, una total indiferencia en el servicio al público. Trabajan porque tienen que comer y llevar dinero a su casa. Si alguna vez me piden dar un ejemplo de gente falta de motivación, diré: vea a los empleados de Viva Aerobús.

Ahí fue cuando me entró el terror. ¿Por qué llegó tarde el avión? ¿Dónde está la tripulación original? ¿Por qué salimos con tanto tiempo de retraso? Estas líneas las escribo a bordo del avión, mientras está la vendimia a todo lo que da. Mis vecinos de asiento compraron café, jugo, papitas, galletas emperador y de todo lo que ofrecían!! Muy atentos, claro, me invitaron pero decliné, no sin antes agradecerles su atención.

Espero nunca volver a volar por Viva Aerobús. En verdad así lo espero. Y de la disculpa, la sigo esperando y todos los pasajeros, también, no nos merecemos ni eso de la línea aérea…

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.


domingo, 12 de octubre de 2014

De cuando los asuntos laborales se convierten en asuntos penales





José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante      


Cuando el patrón tiene necesidad, deseo o la intención de despedir a alguno de sus trabajadores y no encuentra una causa justificada, es decir, cuando el obrero está haciendo las cosas bien, muchas veces el patrón se deja seducir por quien le aconseja que acuse de ratero al trabajador y así se ahorra la liquidación.

Desgraciadamente, es mucho más frecuente de lo que usted puede suponer la existencia de esos patrones y esos hechos. En el último mes, me he enterado de cuando menos tres asuntos de esa calaña y en uno tuve oportunidad de entrar a defender al ofendido. Presentamos la demanda por rescisión de la relación laboral por causas imputables al patrón y estamos esperando la audiencia correspondiente.

Voy a tratar de explicarle a usted los mecanismos de los patrones: tienen un trabajador al que ya no quieren en la empresa, pero no encuentran cómo correrlo sin que les cueste. Entonces, buscan a un abogado sin escrúpulos que se preste a presentar una denuncia penal por robo o por abuso de confianza o desfalco y entonces, ya presentada la denuncia acuden ante el trabajador y le dicen: tenemos las pruebas de que has estado robando o que te quedaste con dinero de la empresa. Necesitamos que presentes tu renuncia en este momento y entonces te perdonamos, pero debes comprender que ya no es posible que sigas aquí.

El trabajador, que maneja dinero o que está encargado de la empresa, piensa que tal vez exista un error administrativo pero por miedo a quedar fichado, por el temor de ser llevado al penal, acepta firmar su renuncia y entonces pierde sus derechos.

Cuando el trabajador, a pesar de las amenazas del patrón, se niega a firmar su renuncia, se enfrenta entonces sí con la realidad de que existe la denuncia y acude la autoridad a detenerlo, con fotografías de por medio y todo el aparato publicitario necesario para que los demás empleados escarmienten al ver “cómo tratamos a los que quieren robarnos”.

Claro, el obrero carece de bienes de fortuna como para afrontar un proceso penal detenido y no sabe que existen esos seres maravillosos que son los abogados de la Defensoría de Oficio de Gobierno, que sin cobrar un céntimo asumen la defensa de quienes se lo solicitan y lo hacen de manera extremadamente eficiente. No vacile nunca en acudir a pedirles consejo legal. Son gratuitos, son del estado y están para servirle.

Como el obrero no sabe que puede pedir ayuda, acude ante abogados particulares que al ver las características del asunto, infieren que es solamente la intención del patrón de no pagar liquidación y así, piden cantidades enormes por una defensa que en realidad, nunca existe, pues la causa penal no tiene fundamento y la autoridad penal exonera al inculpado en poco tiempo, pero suficiente para que éste haya perdido sus derechos laborales.

Así, de pronto vemos un trabajador que logró resolver su problema penal, que pagó veinte, treinta o tal vez más miles de pesos por salir bien librado de un asunto en el que nunca debió estar inmiscuido y además, sin trabajo y sin carta de recomendación. 

¿El patrón? Contento y feliz de la vida, pues se quitó a un trabajador que no le servía, que no lo tenía contento y no pagó. ¿El obrero? Imagine usted cómo puede sentirse un padre de familia sin empleo, con antecedentes penales, sin carta de recomendación y con el estigma de haber estado en la cárcel por ratero. ¿Quién lo va a contratar?

La diferencia es abismal. Es un hecho real, es un hecho mucho más repetitivo de lo que usted se puede imaginar. Y claro, la ley no dice nada al respecto. La ética, la decencia, los valores, sí. Ojalá usted cuando sea patrón o cuando pueda aconsejar a un patrón, nunca le diga que meta a la cárcel a los trabajadores. No tengo nada más que decir.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.