lunes, 14 de septiembre de 2015

Los trabajadores de gobierno.




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante      

Desde siempre se ha sabido que los empleados de gobierno gozan de grandes privilegios: préstamos a pensiones… bueno, así se llamaban antes, ahora son al ISSSTE; vacaciones pagadas de 20 días al año cuando menos; pensiones que sí aparecen en la Constitución, en el apartado B del artículo 123, pues las pensiones de los mortales, de los empleados de empresas privadas, no aparecen a nivel constitucional. Si acaso, en la Ley del Seguro Social o en contratos colectivos o en reglamentos de trabajo, pero no tienen origen en la Carta Magna.

Por todo ello, a los empleados de gobierno siempre se les ha considerado una casta aparte, una especie de iniciados que gozan de grandes privilegios.

Sin embargo, desde hace muchos años, algunos jefes han tenido por bandera demostrar que hacen mucho, que trabajan grandes jornadas y obvio, el empleado de menor rango es el que queda desprotegido.

El jefe se retira a las cuatro o a las seis, pero deja encargado de la oficina “por lo que pueda necesitarse” a un subjefe, que quiere demostrarle al jefe que también él sabe hacer las cosas bien y entonces, obliga a todos los empleados a quedarse hasta las ocho, nueve o diez de la noche, “por lo que pueda ofrecerse”. Claro, la paga es buena, las prestaciones también…

Y así ha sido tanto en el sector central como en las paraestatales y en los gobiernos estatales. Pero lo peor, el exceso en el abuso a los trabajadores lo encontramos en los empleados del Poder Judicial, ya local, ya federal. Es proverbial que en los Tribunales Colegiados y Juzgados de Distrito, se entra a las ocho o nueve de la mañana, pero no existe horario de salida… pueden ser las once, las doce, la una de la mañana del día siguiente y ahí están, firmes, pensando que así van a demostrar ser el mejor empleado. También, en quienes sin ser miembros del Poder Judicial atienden procedimientos seguidos en forma de juicios, pues ellos tratan de demostrar que son los que más trabajan.

Las Juntas de Conciliación y Arbitraje federales y locales son el mejor ejemplo de cómo no se debe obligar a los trabajadores. Vaya usted a casa cualquiera de las juntas, tal vez alguna se escape, no la conozco, y revise medidas de seguridad. No tienen. Busque salidas de emergencia. No tienen. Las que tienen, las tienen clausuradas. Busque usted servicios sanitarios. No existen, ni para los empleados ni para el público. Revise la densidad de personas permitidas y podrá darse cuenta que se exceden en el doscientos o más pues siempre parecen mercado.

Lo mejor, la cereza en el pastel, la encontramos ahora en las Juntas de Conciliación y Arbitraje de Reynosa, en Tamaulipas. Están cerradas por el paro al que los empleados tuvieron que llegar. ¿Y cómo no, si les suspendieron los sueldos?

De hecho, los integrantes de la junta son los encargados de velar porque los salarios se paguen en tiempo, completos, sin descuentos contrarios a la ley y todo eso.

A los empleados de las Juntas de Conciliación y Arbitraje de Reynosa, simplemente los dejaron sin salario. Así de fácil. Obvio, no hay ni habrá responsable. Usted disculpe, fue error del de sistema. No hay problema, no volverá a suceder.

Cualquier disculpa que les brinden los funcionarios de la Secretaría del Trabajo con sede en Ciudad Victoria, será insuficiente para quienes tienen hijos menores que piden alimento. No hay excusa alguna válida frente a los depredadores de los salarios que son los bancos, cuando usted no paga a tiempo, “porque el de sistema no operó las pólizas”. No se vale.

Ahora, en este momento, está el paro de labores. Lo que sigue es que los corran a todos, que ofrezcan una disculpa o que les paguen y aquí no pasó nada. ¿Por cuál apuesta usted, mi querido lector?

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.













viernes, 4 de septiembre de 2015

Las pensiones en México y las incongruencias de la Corte.



José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante      


La Suprema Corte de Justicia de la Nación, en México, ha enviado señales contradictorias a los ciudadanos en diferentes jurisprudencias, pues mientras por una parte establece como inconstitucional limitar a 10 veces el salario mínimo el monto máximo de pensión que puede recibir un jubilado del gobierno federal, que reciba su pensión del ISSSTE, por otra parte en decisión del 09 de junio de 2010 determinó que el máximo en los montos de pensiones para quienes hayan cotizado al amparo de la vigencia de la Ley del Seguro Social de 1973, según con fundamento en el artículo 33 de la abrogada legislación, debe ser de tan solo 10 veces el salario mínimo.

En su momento hubo múltiples notas para atacar a la Corte por su decisión al grado de que el propio Seguro Social salió a decir que la jurisprudencia, al no ser ley, obliga a quienes dirimen conflictos pero no a un ente público, como el Seguro Social y que por lo tanto, no estaban obligados a acatarla.

Tal vez, el que el Seguro Social haya salido a dar la cara y enmendar la plana de lo que hizo la Corte, haya sido una solución políticamente aceptable, pues obligar a la Corte a reconocer que se equivocó, le hubiera acarreado descrédito y vergüenza ante la sociedad.

Tan ha sido así, que solo ahora que unos cuantos han vuelto a sacar y eso, en redes sociales, el problema de la jurisprudencia 85/2010 que limita las pensiones a 10 veces el salario mínimo, según lo ya expresado, es que la gente ha vuelto a tocar el tema.

Lo cierto es que el propio Seguro Social y las autoridades laborales están ciertas que en su integridad, la legislación del Seguro Social de 1973 quedó en desuso, es decir, fue abrogada, eliminada de las leyes vigentes y si algo tuvieron que hacer, fue rescatar la forma en que se deberían conceder las pensiones.

Sin embargo, los montos quedaron clarísimos, de manera indiscutible, conforme al numeral 25 de los transitorios de la Ley del Seguro Social de 21 de diciembre de 1995 que entró en vigor el primero de julio de 1997 y que reza así:

VIGÉSIMO QUINTO. El artículo 28 de esta Ley entrará en vigor el 1 de enero del año 2007, en lo relativo al seguro de invalidez y vida, así como en los ramos de cesantía en edad avanzada y vejez. Los demás ramos de aseguramiento tendrán como límite superior desde el inicio de la vigencia de esta ley el equivalente a veinticinco veces el salario mínimo general que rija en el Distrito Federal.
Aclaración al párrafo DOF 16-01-1996

A partir de la entrada en vigor de esta Ley el límite del salario base de cotización en veces salario mínimo para el seguro de invalidez y vida, así como para los ramos de cesantía en edad avanzada y vejez, será de quince veces el salario mínimo general vigente en el Distrito Federal, el que se aumentará un salario mínimo por cada año subsecuente hasta llegar a veinticinco en el año 2007.
Aclaración al párrafo DOF 16-01-1996

Es decir, son 25 veces el salario mínimo general la cantidad a tomar en consideración para el importe de las pensiones con fundamento en la legislación abrogada de 1973, pues así lo ordena la nueva ley y que es la que está vigente.

¿Dónde está el error? En la manera en que la Corte realizó su análisis y por ende, su interpretación. Partió de una premisa equivocada y por ende, arribó a conclusiones igualmente erróneas.

¿Cuál debe ser la solución? Tenemos una amplia, amplísima gama de ordenamientos que regulan pensiones en el país y cada una establece criterios distintos, con requisitos distintos y también, con formatos distintos. Luego entonces, ante tal variedad de escenarios, no existe la posibilidad de la portabilidad de los derechos de seguridad social de un sistema a otro. Me explico.

Quien acumula derechos ante el Instituto Mexicano del Seguro Social, que es el principal garante de la seguridad social de los que coexisten, es porque laboró para un patrón particular que lo inscribió ante ese sistema. Los que gozan de los derechos que aparecen en la Constitución, es decir, los del Apartado B del artículo 123 Constitucional, que son atendidos en el ISSSTE, tienen privilegios y requisitos distintos.

A la par están como entes de seguridad social 31 sistemas estatales, 38 o más de universidades públicas que por sí y ante sí otorgan pensiones y servicio médico, los de las fuerzas armadas, los de Comisión Federal de Electricidad y otros organismos públicos descentralizados y más aún, un sin número de ayuntamientos conceden pensiones y prestan servicios médicos por su propia cuenta. Cabe mencionar que algunos patrones cubren las diferencias entre el salario percibido por el patrón y lo que otorga el Seguro Social como pensión.

Pero está usted condenado a seguir siempre en el mismo sistema de seguridad social sin posibilidad de cambiar a media vida, pues perdería sus derechos. Así, quien labora para CFE diez años y luego seis para un gobierno estatal y luego diez para una universidad pública, cree que está a punto de alcanzar su jubilación, cuando lo cierto es que ninguno de los patrones, ni el primero ni el último, habrán de pensionarlo precisamente porque no cumple los requisitos del sistema.

Ahí es donde vuelvo a insistir en mi propuesta de que tomando el equivalente a tres puntos del Impuesto al Valor agregado, IVA, en cada operación realizada por cada uno de los ciento diecisiete millones de mexicanos, podríamos otorgarles a la totalidad de la población seguridad social, generaríamos un ahorro interno de más de trescientos mil millones de pesos al año, incrementaríamos la recaudación por IVA de la actual a cuando menos un treinta por ciento adicional, sin necesidad de rifas ni amenazas.

Vamos, es sabido que se obtiene más con una gota de miel que con un tarro de hiel. Usted conceda como efecto colateral por pedir que se registre la operación, el derecho a servicio médico y pensión, que habrá de sumarse a lo que obtenga de una relación laboral formal y habrá cambiado para siempre la mentalidad de los mexicanos. Además, de inmediato saldrían de la pobreza extrema cuatro millones de adultos mayores que carecen de pensión y además, al hacer circular el dinero, habría un mayor flujo de efectivo y en consecuencia, mayor riqueza.

Es tan fácil como querer. Todo está dispuesto para que sea una realidad ya.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.



El autor ha escrito los libros “El Impuesto de Aportación de Seguridad Social Indirecto” y "Seguridad Social”, de la Casa Editorial Elsa G. de Lazcano, en los que aborda el tema. También lo ha expuesto en múltiples foros, revistas jurídicas y notas en prensa.