domingo, 24 de julio de 2016

La calidad moral



José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante

Tener calidad moral, ser de una alta investidura moral, son expresiones que, antaño, la gente utilizaba para referirse a alguien que por sus propios méritos se ganaban el derecho a ser designados como gente de bien, gente de respeto, gente digna de confianza, alguien en quien se podía creer en todo tipo de circunstancias.

El director de la escuela, los maestros, el boticario, el doctor, algunos abogados (hay de todo), en suma, muchas personas merecían ese signo de confianza de la comunidad y eran sujetos de crédito, tanto en lo económico como en sus palabras y actos. Si lo dijo Don Fulanito, es cierto. Así de elevado era el concepto de la moral entre la gente.

De pronto, cada uno de los personajes citados salió con problemas: que se robó las cuotas; que pasó a los alumnos sin aplicar exámenes, que permitió la venta de productos restringidos a cambio de unos pesos y así, cada quien en su profesión fue traicionando la confianza que el imaginario colectivo había depositado en cada uno de ellos.

Los funcionarios públicos, esos seres que deberían ser el modelo de calidad moral, ahora piden perdón, lloran tantito y listo, ¡a otra cosa!

En un partido político de cuyo nombre no quiero acordarme, hace algunos ayeres un dirigente que fue gobernador de San Luis Potosí dijo que la moral es un árbol del que salen las moras… y ahora han dicho que la moral es de donde se dan los moreiras… en ambos casos, esos chispeantes y jocosos comentarios, en realidad han sido una afrenta a la sociedad y es lo que ha hecho que ese partido se vaya distanciando del pueblo.

De hecho, el derecho le sigue dando valor, pues se establece como requisito para múltiples trámites, el que la persona sea “digna de crédito, de elevada calidad moral”, lo que por ser subjetivo, no ha podido definirse a la perfección.

Y entonces salen los intérpretes, los que pretenden encontrar el verdadero sentido de las cosas y alegan: se tiene elevada calidad moral cuando alguien no ha sido condenado por delito culposo. Y entonces tenemos funcionarios con trámites judiciales abiertos aquí y allende nuestras fronteras, de los que vox populi ha dicho que no son confiables pero a quien “el de arriba” ha decidido sostener en el cargo, con la voluntad en contra de toda la ciudadanía. Claro, ¿con qué calidad moral puede un sujeto que todo mundo conoce como delincuente imponer una forma de conducta a los demás?

Y resulta que muchos de nuestros próceres han tenido problemas con la justicia y han salido absueltos o tal vez, condenados… pero… ¿es que acaso alguien va a confiar en los fallos de un cuerpo colegiado presidido por un sujeto que abandona a sus hijos, los que tuvo con la querida dos o la querida tres?

Dijo Julio César: “La mujer del César no solo debe ser honesta, también debe parecerlo”. Y sí, sigue siendo válido el consejo.

Ahora bien, todos tenemos problemas y también, el derecho a la presunción de inocencia. Es un derecho humano fundamental que debe regir nuestra conducta.

¿Usted confiaría en los policías de San Pedro, esos que atacan vehículos desarmados con veintiocho disparos? Yo tampoco.

¿Con qué calidad moral un policía de casi cualquier municipio de México puede pedirle a un ciudadano que se detenga para investigarlo, “por sospechoso”… cuando el que tiene cara de maleante es el policía? Pero además, tiene la fama y usted lo sabe… ¿le va a creer?

México necesita gente, políticos y ciudadanos, que piensen que el bien común es primero, que la integridad personal es superior a las necesidades de cualquier tipo y que quieran a México. Con eso tendremos servidores públicos de elevada calidad moral y verá usted cómo van a cambiar las cosas.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

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