miércoles, 17 de mayo de 2017

Monterrey, sus montañas y las pedreras



José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante

El problema es mayúsculo en Monterrey. Lo que más presume la Sultana del Norte, sus montañas, los cerros que la rodean, el Cerro de la Silla y todos y cada uno, son como los cuernos de los ciervos: su principal orgullo y su mayor debilidad.

Cuando el gamo escapa, sus delgadas piernas, que tan feas son a sus ojos, son las que le permiten huir a toda velocidad y sus cuernos, su orgullo, son los que le ocasionan problemas al enredarse en las ramas de los árboles y así, permitir que lo alcance el depredador.

A Monterrey le enorgullecen sus cerros y le apena lo árido de su paisaje. Tanto presume que se llama a sí misma “La Ciudad de las Montañas” y tanto le apena que ha buscado cubrir esa falta de agua construyendo presas a su alrededor. No ha entendido que así es y que por eso aquí llegaron las doce familias primeras, que esa fue la razón de que aquí se asentaran las fábricas y que la vida corre por sus ríos subterráneos.

Hace unos días estuve en una plática con gente que sabe más de la vida de campo que quienes se supone que eso estudian. Y así lo dicen porque a la tierra la sienten, se saben parte de ella y, sin saberlo, proclaman lo mismo que dice la respuesta del Jefe Seattle cuando el presidente de Estados Unidos quiso comprar sus tierras: después de todo, quizá seamos hermanos.

Hace ya muchos años, los que sí saben de esto, crearon una reserva ecológica que cuida y protege los bosques, sierras y mantos acuíferos de Monterrey y la denominaron “Parque Nacional Cumbres de Monterrey” y la que recibiera protección mediante diversos decretos: el de 24 de julio de 1942 firmado por Manuel Ávila Camacho como presidente de la república y el señor ingeniero Don Marte R. Gómez, como Secretario de Estado y Despacho de Agricultura y Fomento, entre otras autoridades.

Al tiempo, dicho decreto fue modificado mediante el que actualmente está en vigor, publicado en el Diario Oficial de la Federación de fecha viernes 17 de noviembre de 2000.

Es decir, es ley vigente y, por ende, derecho positivo. La ley no requiere prueba, reza el aforismo jurídico y dice también el Código Civil. Es decir, no es necesario acreditarlo en juicio y todas las autoridades están obligadas a atender la letra de la ley.

Y de pronto nos encontramos que, en una sola calle, Cañón Grande, dentro de La Estanzuela, ubicada en el Parque Nacional Cumbres de Monterrey, existen tres compañías que se dedican a quebrar piedra, es decir, tres pedreras, que contaminan todo a su alrededor y que carecen de permisos para operar.

Así como la augusta función de la autoridad jurisdiccional es buscar la manera de decir el derecho, no ha de perder de vista que primero es buscar la justicia y para ello, con que se aplique la ley es suficiente.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini
Orgullosamente mexicano.




jueves, 4 de mayo de 2017

Paciencia



José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante

Acabo de estar en la ciudad de Colima, en la XVII Asamblea de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social y tuve el orgullo de que la ponencia que presenté, fuera aprobada, tanto en la Mesa de Seguridad Social como en la Asamblea Plenaria. ¿Qué va a pasar después? Aún no lo sé. Imagino que la Academia habrá de apoyarla y en su momento, hacerla llegar a la Cámara de Diputados como propuesta de ley de la Academia. La idea es mía, pero el bien es para todos.

Y ahora, voy a tratar de recapitular en lo que he venido haciendo.

De los años 2000 a 2003 cursé la maestría en derecho constitucional y amparo en la Universidad Autónoma de Tamaulipas y debí presentar múltiples ensayos como medio para obtener calificaciones en cada una de las materias. Me gustó el método y ahora, como maestro, procuro pedir a mis alumnos que escriban ensayos. Siento que es una forma muy agradable de obtener conocimiento.

Cuando llegué a vivir a Monterrey, pues la vida y la empresa me trajeron para acá, tuve el honor de ser invitado a impartir cátedra en la Universidad Autónoma de Nuevo León, mi Alma Mater, precisamente en la materia de derecho fiscal. Para ese entonces, yo ya había aprendido algo de derecho laboral y otro poco de fiscal. Ya eran más de quince años de litigio en ambas materias.

Tenía la obligación de elaborar la tesis para obtener el grado y en mis viajes, precisamente en la bellísima ciudad de Chihuahua capital, me dediqué en las madrugadas muchos días a redactarla.

Fueron meses de desvelo, de cinco a siete de la mañana de escribir frente a la computadora hasta que quedó algo más o menos presentable. La envié para revisión a varios de mis más cercanos amigos, todos unos genios, quienes hicieron algunas críticas. Acepté algo y defendí otros puntos y quedó el trabajo final, el que envié a mi asesor de tesis, el Dr. Edgar Danés a Ciudad Victoria.

Presenté mi examen de grado y resulté aprobado con la tesis que defendí y que es la que he venido impulsando. Para protegerla, tramité y obtuve derechos de autor y lo publiqué como libro, gracias a Omar Lazcano Garza, de Editorial Elsa G. de Lazcano aquí en Monterrey. Ya hecho libro, comencé a escribir. Primero en El Porvenir, aquí en Monterrey, gracias a Nelly Cepeda, a Lupyz Carranza y a la gente de tanta valía del periódico. Ya después, en muchos medios, algunos de lujo, como Players of Life.

Se trata de crear un impuesto indirecto que habrá de cobrarse en cada operación gravada con el impuesto al valor agregado, IVA por sus siglas. El que propongo, ha de llamarse Impuesto de Aportación de Seguridad Social Indirecto, IASSI por sus siglas.

Así, cada uno de los mexicanos, obtendría una tarjeta de cliente frecuente de Hacienda que podría utilizar en cada operación gravada con IVA y el equivalente a dos o tres puntos de IVA se iría a una cuenta propiedad particular de cada uno. Habría cuentas para las personas físicas, ligadas al CURP; para las personas morales, con el RFC y para el gobierno, serían las de las compras del propio gobierno y también, las de aquellos extranjeros y personas que no tuvieran o no quisieran usar su tarjeta.

Participé en el concurso de la Conferencia Interamericana de la Seguridad Social, que en aquél entonces era presidida por un mexicano. Mi propuesta no obtuvo ni mención ni registro. Al tiempo, el entonces titular, publicó un libro en el que plantea algo parecido a lo que yo propuse.

Me dediqué entonces a hacer llegar mi propuesta a los legisladores, diputados y senadores, por lo que estuve enviando correos electrónicos con la propuesta, habiendo logrado entablar conversación con grandes próceres de la política mexicana, algunos de ellos hoy en prisión o huyendo. Ninguno la presentó ante el gran público ni la hizo valer en la tribuna.

En 2006, acudí a la Asamblea de la Academia de derecho del Trabajo en Monterrey y tuve conversaciones con varios de nuestros más destacados laboralistas: Don Pedro Ojeda Paullada, Don Porfirio Muñoz Ledo y varios más. En la Mesa de Seguridad Social, tuve de orador a favor de mi propuesta, a Don Porfirio Muñoz Ledo, lo que mucho le agradezco. En la Mesa pasó. En la Sesión Plenaria, hubo un empate y se envió como trabajo de investigación que creo que nunca nadie lo vio.

Pasaron los años y buscando hacer valer mi propuesta, encontré el medio para aparecer en televisión y desde ahí, promocionarla. He impartido cátedra y busco hacerla valer, sembrando en los jóvenes la idea de que México puede ser pionero en otorgar seguridad social a la totalidad de la población. Incluso en alguna ocasión un presidente de la república me invitó a presentarla ante funcionarios de primer nivel en el Castillo de Chapultepec y lo hice, en lo que, para mí, fue una experiencia de lujo. Sin embargo, no hubo resultados.

Ahora, en 2017, volví a enviar mi propuesta. Creo que no es necesario contarle a usted la ilusión que me hacía poder estar ante el auditorio para externar lo que considero es la solución a muchos de los problemas que nos aquejan y que tan puntualmente se presentaron ante la Academia por varios de los expositores.

Y llegué y pasó en la Mesa, 16 votos en contra, 22 a favor. Y luego, en la Sesión Plenaria, dos votos en contra y una abrumadora mayoría a favor. Por eso inicié diciendo que no sé lo que sigue.

Varias veces, cuando me han escuchado, me han pedido que suba a la tribuna más alta de la nación a hacerla valer y por supuesto, si para que la propuesta sea válida, para que se convierta en realidad, necesito ser legislador, con mucho gusto lo seré.

Llevo más de trece años insistiendo en un tema que me parece jurídicamente posible, tecnológicamente sin trabas y que solo requiere de voluntad política para ser una realidad constitucional, un derecho y no, una canonjía o una limosna, como resultan ser los programas que regalan dinero ajeno a cambio de votos. Lo planteo como derecho y con posibilidades de hacerlo valer.

Ya de algún país extranjero me pidieron autorización para analizarla. Para mí, sería un gran orgullo que en alguna parte del mundo se tomara en cuenta y se implementara. Como mexicano, sería una gran pena que en mi propia patria no encontrara eco.

Por eso, de nueva cuenta le pido a usted que me ayude a difundir la propuesta. Es por México.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini
Orgullosamente mexicano.